El ex primer ministro de Japón, Shinzo Abe, en el suelo tras ser baleado en Nara, Japón, el 8 de julio de 2022. Kyodo News / AP
Por: Guillermo Alvarado
La sociedad japonesa está bajo el impacto de una gran conmoción, y seguramente seguirá así durante mucho tiempo, luego del asesinato del ex primer ministro Shinzo Abe, sin duda alguna uno de los políticos más influyentes en esa nación desde el final de la II Guerra Mundial.
Fue elegido tres veces para encabezar el gobierno, si bien su primer período, de 2006 a 2007 fue bastante tormentoso y finalizó de manera abrupta por razones de salud, lo que no impidió de nuevo su llegada al poder en 2012 donde se mantuvo hasta 2020, cuando presentó su renuncia.
Japón es un país relativamente tranquilo, donde en 2018 hubo apenas nueve muertes por heridas de armas de fuego contra más de 39 mil en Estados Unidos. La venta de pistolas está sumamente restringida y para obtener una licencia debe pasarse un trámite largo y muy riguroso.
Esto no quiere decir que no haya sido víctima de actos de violencia y muchos recuerdan el ataque con gas sarín en el metro de Tokio, ocurrido el 20 de marzo de 1995, sin embargo son casos realmente excepcionales.
El legado de Shinzo Abe será recordado sobre todo por su intento de convertir al país en una potencia de alcance global, no sólo desde el punto de vista de las relaciones exteriores, sino que también del militar y el económico.
Para lograrlo se propuso modificar el artículo 9 de la Constitución, que expresamente prohíbe la existencia de un ejército, la declaración de un estado de guerra y la participación en operaciones de tipo internacional.
Consiguió nada más que entre 2014 y 2015 se aprobara una reinterpretación de esta norma, para ejercer el llamado derecho a la "auto-defensa colectiva".
De todas maneras Japón cuenta con una fuerza bastante bien equipada, con ramas aérea, terrestre y marítima y, de acuerdo con el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo, su presupuesto militar figura entre los seis mayores del mundo.
Respecto a la economía, el también llamado Imperio del Sol Naciente sufrió un duro revés por la crisis del sector inmobiliario de 1991. Hasta 1989 de las 50 empresas más grandes del planeta, treinta y dos eran japonesas, mientras que en 2018 sólo quedaba una.
Shinzo Abe trató de enfrentar la coyuntura con una mezcla de doctrinas económicas, a la que se le dio en llamar “Abenomics”, que al final desembocó en neoliberalismo puro, sin lograr la recuperación, pero sí aumentó el descontento entre la gente.
Su asesinato, un acto condenable desde todo punto de vista, pone fin a una era política y significa una alerta sobre el incremento de la violencia, una plaga que afecta hoy a la mayor parte del mundo.