Presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en una reunión con embajadores extranjeros en Brasilia, capital, el 18 de julio de 2022.
Por: Guillermo Alvarado
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no sólo está detrás en la totalidad de las encuestas de intención de voto respecto a los comicios de octubre próximo, sino que, además, con su errático comportamiento despierta cada día más rechazo entre la población de ese país sudamericano.
Su más reciente y desastrosa maniobra fue tratar de hacer “una denuncia mundial” sobre supuestos preparativos de fraude en las votaciones, con el argumento de que las máquinas electrónicas para depositar y contar los sufragios están preparadas para favorecer a su rival, Luis Inacio Lula da Silva.
Con este propósito convocó al cuerpo diplomático extranjero acreditado en Brasilia, pero las cosas no salieron como las había previsto.
Según el periodista Eric Nepomuceno, el gobernante anunció en un primer momento la presencia de 150 representantes foráneos, luego bajó a “poco menos de cien”, más tarde volvió a reducir la cifra a 50 y pocas horas antes de realizarse el encuentro, previó la asistencia de “unos 40”.
Agregó el comunicador que los embajadores fueron advertidos desde sus países de no corroborar en ningún momento la tesis golpista de Bolsonaro.
Las máximas autoridades electorales rechazaron los argumentos del presidente y aseguraron que no existe la posibilidad de alterar los resultados.
Es verdad que el habitante del Palacio de Planalto hizo una vez más el ridículo, pero ojo, no se deben desestimar los avisos que está emitiendo sobre sus intenciones de no aceptar el veredicto de los comicios, o de evitar, si eso es posible, que se lleven a cabo.
Su comportamiento es cada vez más parecido al del expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, quien viéndose superado por la realidad hizo lo que nadie habría imaginado antes, propició el ataque al Capitolio para impedir la certificación de los resultados y pudo provocar una gran tragedia.
Cierre usted los ojos unos segundos e imagínese lo que podría ocurrir en Brasil, con un sujeto tan desaforado, o quizás más que Trump, al mando de las fuerzas armadas y miles de fanáticos ultraderechistas dispuestos a cualquier cosa para evitar una victoria de Lula da Silva.
La lección me parece a mí que está clara. Bolsonaro pretendió utilizar al cuerpo diplomático para que la comunidad internacional no reconozca los resultados si le son adversos, como todo parece indicar hasta ahora.
Corresponde entonces al conjunto de las naciones enviar un mensaje claro al presidente-candidato, y es que cualquier intento de romper la institucionalidad y aferrarse al poder por la fuerza, será desconocido de inmediato.
Por supuesto, la palabra mayor la dará el pueblo brasileño, que será el primero en defender la verdad y la justicia.