Un hombre se refresca en Cinecittà World Park, cerca de Roma, el 23 de julio de 2022. (Foto: Tiziana Fabi / AFP)
Por: Guillermo Alvarado
El ya casi finalizado mes de julio será recordado en Europa como uno de los más calurosos y secos en la historia, con temperaturas que hicieron subir los termómetros hasta niveles nunca vistos, así como pavorosos incendios que consumieron cientos de miles de hectáreas de bosques.
Reino Unido prácticamente se paralizó luego de la declaración de una alerta roja, equivalente a una emergencia nacional, cuando los registros llegaron a 40,3 grados centígrados, los mayores de que se tenga noticia y que afectaron las líneas del ferrocarril, el metro y las pistas de los aeropuertos.
La situación no fue mejor en Francia, España, Portugal y la cuenca del Mediterráneo, donde además hay una intensa sequía que está afectando grandes extensiones de cultivos, lo que contribuirá sin duda a mantener altos los precios de los alimentos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, sólo en la península Ibérica perdieron la vida unas mil 500 personas debido a este fenómeno, decesos que fueron calificados de “innecesarios”. La entidad urgió a los gobiernos a abordar con seriedad y rapidez el cambio climático.
Como suele suceder, acompañando al calor vinieron los incendios, esta vez con una voracidad desacostumbrada.
Sólo en España en lo que va del año las llamas consumieron más de 220 mil hectáreas y se avizora que la del 2022 será la peor temporada en lo que va del siglo, y una de las cuatro más destructoras desde 1950.
En Grecia buena parte del parque nacional de Dadia está reducida a cenizas y se teme por la seguridad de varias especies animales que habitan en ese ecosistema calificado de excepcional, entre buitres, mariposas, murciélagos, numerosos mamíferos, reptiles y anfibios,
Alemania y Francia tampoco son la excepción en esta tragedia que está cobrando vidas y afecta a numerosas familias, que debieron ser evacuadas y no saben si al volver sus viviendas seguirán en pie.
Paradójicamente muchos gobiernos tienen la mirada puesta en la guerra que existe en el este de ese continente, siguiendo un guion redactado e impuesto desde Washington con el único propósito de destruir la economía de Rusia y revertir su papel e influencia en la arena internacional.
El cambio climático, el calentamiento global, el peligro real que se cierne sobre la vida en nuestro planeta, están pasando a un segundo plano aunque la naturaleza insista en demostrarnos que se está llegando al punto de inflexión, a partir del cual nada será igual a como era antes.
No hay un plan B para salvarnos, no existe un planeta alternativo al cual mudarnos, verdades tan simples que muy pocos quieren comprender.