Violencia en Haití
por Roberto Morejón
La violencia entre bandas armadas, la inflación, otros indicadores de la crisis económica así como la debilidad de autoridades e instituciones, abrieron el camino en Haití a los promotores de una intervención extranjera.
Escasez de alimentos y combustible, aumento del 100 por ciento de estos últimos y la insuficiencia de empleos que ahondan la pobreza son ingredientes adicionales hacia la desesperación.
En esa atmósfera ganan terreno las bandas armadas con el control de parte de Puerto Príncipe, la capital, donde se agrede sexualmente para infundir el terror y lograr extorsiones.
Como era de esperar servicios básicos incluyendo educación y salud están en precario, al dispararse la violencia de las pandillas y quedar estas fuera de control, según admitió un informe de la oficina de la ONU en Haití y el Alto Comisionado de ese organismo para los Derechos Humanos.
Para asombro general, los delincuentes utilizan variado armamento, provisto por el florecimiento de ese turbio negocio en Estados Unidos.
Es cierto que el informe de la ONU llama a ayudar a Haití a reforzar su sistema policial, de salud y judicial para luchar contra la impunidad, pero por encima de esa solicitud gravita por su alcance la demanda de una intervención extranjera, formulada por el primer ministro, Ariel Henry.
Hasta el secretario general de la OEA, Luis Almagro abogó por esa alternativa para un país por el que han pasado misiones civiles, militares y políticas en las últimas décadas y fue ocupado por Estados Unidos en el siglo veinte, con resultados infaustos.
Como derivación de una de las intervenciones extranjeras se introdujo la epidemia de cólera que causó la muerte de 9 mil personas, según admitió el ex secretario general de la ONU, Ban Ki-moon.
Además de esos factores, personalidades, grupos sociales y políticos argumentan que si bien la situación en Haití es grave e incluso NO se ha aclarado el asesinato en 2021 del presidente Jovenel Moise, deben permanecer intocables los basamentos jurídicos del orden internacional según la Carta de la ONU, acerca de la preservación de la soberanía y autodeterminación.
Deberían atenderse llamados de sectores de la sociedad a favor de la formación de un gobierno de amplia base hasta la convocatoria a elecciones, como senda para aliviar en lo posible la tragedia de un pueblo, exhausto por tormentas, terremotos, corrupción e insolente injerencia extranjera.
En la marcha hacia esa ruta pudiera ayudar CARICOM, Comunidad del Caribe, cuyos líderes manifestaron voluntad de fomentar el diálogo y consensos en Haití.