Sonia Guajajara, coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil. Foto/Pablo Albarenga
Por María Josefina Arce
Las imágenes han estremecido a la sociedad brasileña. Parecen tomadas en un campo de concentración de la Segunda Guerra Mundial. Pero los rasgos de las personas que en ella aparecen revelan que son miembros de comunidades indígenas que habitan en la nación suramericana.
El hambre y las enfermedades curables están matando a los yanomamis. Testimonios de médicos y personal de atención que han viajado a la zona en los últimos días dan fe del horror de la situación, que incluso el presidente Luiz Inácio Lula Da Silva calificó de genocidio.
Es resultado del total abandono de esta y otras etnias indígenas durante los cuatro años de mandato de Jair Bolsonaro, quien siempre manifestó su total desprecio por los pueblos originarios.
En ese periodo de tiempo cerca de 600 niños yanomamis han muerto de malaria, neumonía y desnutrición. Según organizaciones indígenas, más de la mitad de la población de esa etnia está enferma.
Localizada en los estados de Amazonas y Roraima, próxima a la frontera con Venezuela, la Tierra Yanomami es la mayor reserva indígena de Brasil, que ha sido objeto en los últimos años de un incremento de la invasión de mineros ilegales, incentivado por el discurso del anterior inquilino del Palacio del Planalto.
De hecho a lo largo de muchos años, aún antes de llegar en 2019 a la presidencia hizo Bolsonaro múltiples declaraciones ofensivas contra los pueblos originarios y ya alentaba la usurpación de sus territorios. En 2015 manifestó: "No hay tierra indígena que no contenga minerales. Hay oro, estaño y magnesio en esas tierras, especialmente en la Amazonía, el área más rica del mundo. No entro en ese embuste de defender la tierra para el indio".
El resultado es que esta actividad extractiva ha destruido la flora y la fauna, contaminado los ríos y los suelos con mercurio, utilizado para la separación del mineral, además de que los mineros han propagado enfermedades entre los habitantes de esa región, que tienen una inmunidad baja debido a su contacto limitado con otras personas.
Bolsonaro debilitó las políticas ambientales y de protección de los pueblos autóctonos. Ignoró además, decenas de cartas en las que se le solicitaba ayuda ante la crítica situación de los yanomamis.
Pero el nuevo gobierno presidido por Lula Da Silva, quien viajó a Roraima en días recientes, ha puesto su atención en el lamentable panorama y de inmediato se ha movilizado para asistir a esa comunidad. Es así que declaró el estado de emergencia de salud pública en la zona, y comenzó el envío de ayuda médica y de alimentos a los indígenas y el traslado a centros sanitarios de los enfermos.
Asimismo, determinó la apertura de una investigación por crímenes y genocidio contra los yanomamis, al tiempo que destituyó a más de 50 funcionarios públicos de SENSA, Secretaria de Salud Indígena, y de la FUNAI, Fundación Nacional de los Pueblos Indígenas.
A partir de este momento los organismos, antes dirigidos incluso por militares, serán encabezados por representantes de las comunidades originarias, mientras que la FUNAI formará parte del Ministerio de Pueblos Indígenas, creado por Lula y al frente del cual fue nombrada Sonia Guajajara, una de las voces más representativa del movimiento indígena.
Rápida ha sido la respuesta del nuevo ejecutivo ante la lamentable situación que enfrentan los yanomamis, lo que habla por sí solo de su compromiso con los pueblos originarios, fuente de conocimientos y guardianes del medio ambiente, por lo tanto, de la vida en el planeta.