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Por: Roberto Morejón
Cuando el primer ministro británico, Rishi Sunak, ha rebasado los primeros cien días en el cargo, Reino Unido afronta un invierno con altas temperaturas en el plano social, en contraste con las gélidas que caracterizan por este tiempo a la nación europea.
Como derivación de lo acontecido en los últimos ocho meses, se agregan más sectores de los trabajadores públicos a las huelgas y otros programan las de ellos para febrero y marzo.
Enfermeros, ferroviarios, maestros, fisioterapeutas y conductores de ambulancias, entre otros, fueron al paro o pronostican hacerlo.
Frente a la agitación de los trabajadores estatales el diálogo con los sindicatos sigue trabado.
Los gremios aducen el decreciente poder adquisitivo de los salarios y pensiones en medio de un alza de los precios de 10,5 por ciento, de ahí la exigencia de un incremento de los pagos y el freno a la reforma laboral impulsada por los inquilinos de Downing Street Nº 10.
En un país en el que en el tercer aniversario del Brexit solo 20 por ciento de los británicos considera ese proceso bien enfilado, el gobierno presentó una reforma a la ley laboral para imponer niveles reducidos de servicio que limiten la posibilidad de próximos paros.
Los sindicalizados afirman no entender la actitud del poder cuando un número creciente de británicos debe acudir a comedores sociales para cubrir necesidades de alimentos.
Uno de cada tres niños en el norte de Inglaterra vive próximo al nivel de la pobreza.
En medio de la crisis, no son pocos los analistas que alertan sobre lo que califican de agotamiento del Partido Conservador en el gobierno tras cinco períodos y 12 años de austeridad.
Ese impacto no lo sienten los ricos, pues en el debate público se denuncian los alarmantes casos de evasión fiscal de los poseedores de fortunas y las multinacionales.
Por añadidura el Fondo Monetario Internacional auguró que Reino Unido será el único país del Grupo de los siete más industrializados cuya economía se contraerá en 2023.
Si la intransigencia oficial prosigue y se cumple el cese de actividades anunciado por otros sindicatos, Reino Unido se avecina a una etapa en la que los electores puedan pensar si no deben pasarles la cuenta a los conservadores en las próximas elecciones.
