Por María Josefina Arce.
Hace 120 años se consumaba una nueva traición y afrenta contra todo el pueblo cubano, y en especial contra quienes habían luchado, e incluso ofrendado su vida por la independencia de Cuba de España y su total soberanía.
Tomás Estrada Palma, presidente de la República Neocolonial nacida el 20 de mayo de 1902, ponía su firma en el injerencista Tratado de Arrendamiento de Bases Navales y Carboneras, mediante el cual se entregaba una porción del territorio cubano a Estados Unidos, que afianzaba de este modo su intromisión en nuestro país.
Recordemos que de manera oportunista Washington había intervenido en la guerra hispano-cubana. La derrota de España y la firma del Tratado de París dio paso a la ocupación militar norteamericana, para cuyo fin los cubanos fueron obligados a aceptar un apéndice a la constitución de 1901.
Con el nombre de Enmienda Platt, el documento otorgaba al vecino del Norte la potestad de intervención en Cuba cuando lo considerara necesario, y forzaba a la nación caribeña a vender o arrendar terrenos para el establecimiento de bases navales y carboneras.
Se institucionalizaba así la base naval de Guantánamo, en el oriente del archipiélago, territorio que aún hoy ocupa ilegalmente Washington en contra de la voluntad del gobierno y pueblo cubanos.
De acuerdo con los historiadores, durante la república Neocolonial ese enclave fue un antro de corrupción y en los poblados vecinos proliferaron el juego, la prostitución, las drogas y el contrabando de todo tipo.
Desde el triunfo de la revolución la base naval de Guantánamo ha constituido un foco de amenazas e incluso, de agresiones contra nuestro pueblo, con el saldo de varios muertos.
Asimismo, a principios de este siglo fue convertido en un centro de detención, como parte de la lucha que Estados Unidos dice librar contra el terrorismo, a raíz de los atentados en septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas en Nueva York y otros objetivos en suelo estadounidense.
A torturas físicas y psicológicas fueron sometidos los prisioneros de la base naval de Guantánamo, donde aún permanecen unos 39 en un limbo jurídico.
Desde enero de 1959 el gobierno revolucionario ha reclamado la devolución de ese territorio ocupado ilegalmente por Estados Unidos a su verdadero dueño, los cubanos.
La demanda de La Habana ha sido apoyada a lo largo de décadas por gobiernos, personalidades políticas, intelectuales, movimientos sociales y toda persona amante de la paz.
La base naval de Guantánam es un símbolo de la violación por Washington del derecho internacional y una afrenta a la dignidad y soberanía de los cubanos.