Por: Roberto Morejón
La dictadura del general chileno Augusto Pinochet recibiría otro expediente de sus crímenes, en caso de reafirmarse la tesis de que el excelso poeta Pablo Neruda fue envenenado, la que sería la verdadera causa de su muerte, ocurrida 12 días después del golpe militar de 1973.
De acuerdo con la familia del intelectual, a quien el colombiano Gabriel García Márquez calificó del más grande poeta del siglo veinte en cualquier idioma, un panel de expertos precisó que el deceso lo causó la inyección de una potente bacteria, clostridium botulinum, hallada en sus restos.
Las investigaciones sobre el suceso son de larga data, pero por el año de la defunción del bardo, 1973, su causa se encuentra bajo el antiguo sistema de justicia chileno, el cual, a diferencia del vigente desde 2005, debe mantener el sumario en secreto.
El Premio Nobel de Literatura de 1971 era una personalidad incómoda porque además de su proyección cultural tenía una de carácter político.
Militante comunista, ex candidato presidencial, senador y embajador, Neruda figuraba como un obstáculo para la entonces naciente dictadura militar chilena.
Al morir el presidente Salvador Allende como resultado del despliegue bélico de los golpistas y luego de ser masacrado el cantante Víctor Jara, Neruda se erguía como un símbolo capaz de levantar voluntades en un país deshecho.
Aunque algunos dentro y fuera de Chile prefieren referirse a Pinochet con frases indulgentes, el alto oficial encabezó una de las dictaduras más atroces de todos los tiempos.
Desaparecer opositores no era inmoral, pues el último canciller del derrocado gobierno de Allende, Orlando Letelier, fue ultimado en Washington.
Así ocurrió a instancias de los protagonistas de la asonada en Chile, como demostraron pruebas publicadas 40 años después del crimen.
Pinochet fue el principal gestor del plan internacional de colaboración entre las dictaduras de Chile, Brasil, Argentina, Paraguay, Bolivia y Uruguay, con la asistencia de Estados Unidos.
La conocida como Operación Cóndor perseguía acabar con opositores de izquierda en la región, presentados como terroristas.
Todavía Chile busca desprenderse de la Constitución implantada por la tiranía, en medio de forcejeos de representantes de la derecha para que Pinochet sea identificado como apenas un hombre de alguna dureza, responsable, dicen, de un esplendor económico.