Por Roberto Morejón
Por sus políticas y enfoques arcaicos, injerencistas, discriminadores y conducentes a mayores desigualdades, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han estado bajo el ojo crítico del Sur global.
Resistido a reformular sus líneas de acción a pesar de críticas de organismos, gobiernos y líderes, el Fondo Monetario sigue como eje de un sistema financiero general en crisis, cuyos únicos beneficios van a parar a los ricos.
Se trata de un modelo de desarrollo impulsado por la institución del gran capital que padece una crisis de identidad y de parálisis, porque aspira a representar al mundo, pero es un club controlado por Estados Unidos.
La anterior opinión, muy certera, corresponde a la revista británica The economist, aunque en Washington, donde se toman las decisiones del Fondo Monetario, fingen no escuchar.
Todo ello en medio de un cambio indetenible en el planeta, donde la hegemonía estadounidense pierde peldaños y surgen dos potencias como China e India y el Grupo BRICS, el cual se amplía a 11 integrantes de mucho peso.
¿Cuánto tiempo más vamos a seguir sin cambiar que el Banco Mundial y el Fondo Monetario apliquen sus líneas ortodoxas, que nos llevaron a un estado de crisis y a una distribución de la pobreza en millones de seres humanos?
Esa fue una pregunta clave en la enérgica intervención del presidente argentino, Alberto Fernández, en la Cumbre de los 77 y China concertada en La Habana.
Es precisamente Argentina ejemplo de las políticas de extorsión del Fondo Monetario Internacional, desde donde autorizaron un préstamo al derechista expresidente Mauricio Macri, para favorecerlo en las urnas, aunque las condiciones impuestas fueron leoninas.
Para la renegociación del acuerdo, durante el mandato de Alberto Fernández, el Fondo no tuvo en cuenta los efectos de la grave sequía en Argentina, y hoy ese país carece de financiamiento para cumplir con sus pagos.
Y ello ocurre porque como dijera el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, el Fondo y el Banco Mundial son entidades “básicamente para rescatar a los potentados…pero a un precio altísimo porque empobrecen más a los pueblos.
Para luchar contra la feroz realidad de un mundo sesgado entre dominantes y dominados, como lo llamara Fernández, sería oportuno implementar reformas serias a las entidades crediticias del capitalismo.