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Por Roberto Morejón
Tanto Cuba como presidentes y otros jefes de delegaciones han llevado a la ONU nuevamente el reclamo de que Estados Unidos ponga fin al bloqueo sobre la mayor de las Antillas, coerción calificada apropiadamente por el presidente Miguel Díaz-Canel como “guerra económica despiadada”.
De asfixiante también conceptuó el primer mandatario esas medidas eufemísticamente llamadas sanciones y que, recordó, también se aplican a Venezuela, Nicaragua, Irán, Corea del Norte y Siria, entre otros.
La tierra de José Martí tiene una singularidad, destacó el Jefe de Estado de Cuba, pues si bien no es el primer país bajo los efectos de esta guerra, sí es el que más tiempo la soporta.
Acerca del asedio económico extraterritorial, cruel y silencioso, se extendió el dignatario antillano, pero no sólo él lo hizo.
Su homólogo colombiano, Gustavo Petro, recordó que llegó a Nueva York desde La Habana, capital -dijo- de un país injustamente bloqueado, al que un presidente de la nación sudamericana logró que Estados Unidos incluyera en la lista de Estados que apoyan el terrorismo, según Washington.
Cuba lo que hacía era respaldar la paz en Colombia, rememoró Petro, de ahí la solicitud a su homólogo estadounidense, Joseph Biden, para retirar a la nación antillana de la mencionada enumeración.
Desde América del Sur se alzó otra voz, la del presidente brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva, quien denunció el cerco estadounidense a Cuba, así como su inclusión en el inventario de países que según la Casa Blanca, patrocinan el terrorismo.
Atinadamente, Lula condenó todas las medidas adoptadas sin el amparo de la Carta de las Naciones Unidas.
A lo largo de la historia, en la Asamblea General de la ONU una treintena de veces se aprobaron resoluciones para exigir el fin del cerco de Estados Unidos a Cuba.
Sin embargo, el feroz procedimiento continúa en pie, con ligeras modificaciones a cargo de la administración demócrata.
Se trata de una política, endurecida por Donald Trump, y sostenida a grandes rasgos por su sucesor, quien acaba de prorrogar por un año más el uso de sus prerrogativas en la implementación del bloqueo a Cuba, a través de la Ley de Comercio con el Enemigo.
La mayor de las Antillas y muchos gobiernos y países solidarios continuarán evidenciando la crudeza del boicot en los diversos foros de la ONU, hasta tanto persista.