Por Guillermo Alvarado
En Estados Unidos, el país que se autoproclama como la democracia perfecta y se toma el derecho de calificar al resto del mundo según su capricho, suelen ocurrir cosas que van desde lo curioso hasta lo ridículo y uno de los ejemplares más conocidos en este sentido es el ex presidente Donald Trump.
Hay que empezar diciendo que este comentario no se refiere al procedimiento electoral en sí mismo, que es complejo, contradictorio en ocasiones, un poco folclórico y difícil de comprender, pero es legal en ese país y por lo tanto se debe respetar sin duda alguna.
Hay cosas, sin embargo, que están más allá del sistema y una de ellas es el desmedido afán de poder y la visión distorsionada de la realidad, local e internacional, que muestra el anterior huésped de la Casa Blanca y cómo reaccionan los aparatos de justicia ante este caso.
Como se conoce, este 2024 es un año electoral en la potencia norteña y se está a un paso de comenzar con las primarias en los dos partidos rectores de la política local, el Demócrata, actualmente en el poder, y el Republicano, que sueña con volver pronto a dirigir ese país de la mano, preferentemente, del irascible magnate Trump.
Sucede, sin embargo, que dos estados, Maine y Colorado, decidieron que este señor no tiene derecho a participar en el evento porque es responsable de intervenir en una insurrección el 6 de enero de de 2021, ¿recuerdan ustedes?, cuando una turba atacó el capitolio en Washington.
Resulta ser que existe una enmienda a la Constitución estadounidense, la número 14, donde se prohíbe a quienes cometieron una falta de esa naturaleza postularse para dirigir al país.
En realidad la norma se aprobó en 1868, pocos años después de terminada la guerra civil, porque los vencedores del norte temían que sus rivales del sur utilizarán las elecciones para hacerse del poder que no lograron en combate.
Como nunca fue derogada tal enmienda, se le puede aplicar a Trump, siempre y cuando la Corte Suprema de Justicia reconozca que fue él específicamente quien llamó a tomar por asalto al capitolio, delito por el cual ningún tribunal hasta ahora lo ha condenado.
En el ínterin, el político sigue haciendo campaña, reúne cantidades enormes de dinero y sube en las encuestas de intención de voto, mientras endurece su discurso y califica de “izquierdista radical” a Joseph Biden, lo cual, de no ser tan compleja la situación, podría hasta contarse como un buen chiste.
Así las cosas, amigos, entramos en un año que dará mucho de qué hablar y, más aun, en qué pensar.