Energías renovables. (Imagen de archivo/RHC)
Por Roberto Morejón
La transición hacia la energía limpia es imprescindible, pero debe marchar de forma justa e inclusiva en beneficio de todos.
Científicos y celosos guardianes de la protección del entorno coinciden en que si el mundo aspira a limitar el cambio climático, deben quedar atrás paulatinamente los combustibles fósiles y destinar recursos crecientes a las energías limpias.
Estas últimas reducen las emisiones de los gases nocivos y proporcionan electricidad a comunidades sobre todo del Sur global, hoy carentes de ese servicio a causa de la pobreza.
La cifra en esa condición desventajosa es elocuente, pues asciende a 675 millones de personas y cuatro de cada cinco residen en el África subsahariana.
Pero si bien las nuevas tecnologías permiten un mayor uso de las fuentes alternativas de energía y redujeron su costo, los cálculos señalan que en 2030 una de cada cuatro personas aún dependerá de sistemas de cocción inseguros e ineficientes.
Fuentes de la ONU recuerdan que no marcha adecuadamente el proceso para alcanzar el Objetivo de Desarrollo Sostenible desde ahora hasta 2030, en busca de accesos a energía asequible y moderna.
Los acentuados contrastes en infraestructuras energéticas entre el Norte industrializado y el Sur global están en correspondencia con los dispares goces de recursos y bienestar en esos ámbitos.
Los crecimientos de población y las escasas oportunidades económicas hacen más complejo a las naciones en desventaja destinar presupuestos al avance de sistemas de energía amigables con el medio ambiente.
Si esas diferencias persisten, los países en desarrollo y más pobres quedarán rezagados en la carrera por dotarse de sistemas para el empleo de alternativas de energía limpias.
Por consiguiente serán más frágiles en sus sistemas de salud, educativo y en el progreso económico.
Todo se complica porque como afirma la Agencia Internacional de Energías Renovables, el apoyo financiero a las energías limpias ha disminuido después de la pandemia de la covid-19, notablemente en los países de renta más baja.
En esos territorios muchos contemplan con impotencia cómo el agua, el viento y el sol son profusos, pero no están en condiciones financieras para aprovechar sus potencialidades energéticas.
El Norte industrializado debe contribuir a atenuar la brecha con el Sur en el acceso a sistemas de energía afines con la naturaleza.