Kamala Harris habla sobre situación en Gaza
por Guillermo Alvarado
Llamó poderosamente la atención el reclamo de la vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, para declarar un cese al fuego inmediato en la Franja de Gaza, primero de este tipo hecho por un alto funcionario del gobierno de Estados Unidos, que hasta hoy apoya indeclinablemente a Israel.
La funcionaria fue un poco más allá y calificó como una catástrofe humanitaria lo que está ocurriendo con el pueblo palestino y, si bien se abstuvo de condenar directamente a Israel, sí pidió que se permita el ingreso de ayuda para aliviar las necesidades más urgentes en esa zona.
“La gente en Gaza se muere de hambre, las condiciones son inhumanas y nuestra humanidad nos obliga a actuar”, dijo la vicepresidenta y agregó que no hay excusas para que Tel Aviv rechace hacer más para resolver la situación.
Existen varias razones para explicar esta disonancia en el discurso oficial de Estados Unidos sobre los ataques aéreos y terrestres israelíes, que están borrando del mapa numerosas ciudades palestinas en la Franja.
Una de ellas es que Washington estuviera comenzando a preocuparse por la condena mundial a su papel de cómplice, o más bien copartícipe, en este genocidio, que se lleva a cabo con armas y tecnologías norteamericanas.
Y no es por una cuestión de conciencia o nada parecido, sino por una razón práctica. Como decía en reciente comentario, Netanyahu está dispuesto a arrastrar la posición internacional de Israel para satisfacer sus ambiciones políticas personales y no le importa llevar al abismo a sus socios.
La cuenta ya es demasiado pesada, sobre todo después del asesinato masivo de más de 100 palestinos, hombres, mujeres y niños, atacados a tiros cuando buscaban comida para aliviar el hambre.
Haga lo que haga, la Casa Blanca no podrá evitar que su nombre se asocie a estas barbaridades cuando se haga un recuento del que ya es el mayor crimen perpetrado en el tercer milenio de nuestra historia moderna.
Lo que se puede descartar por completo es que se trate de una iniciativa personal de la señora Harris, hasta ahora, por cierto, una de las funcionarias más difuminadas en la administración de Joseph Biden.
Personajes más poderosos que ella arriesgaron su capital político y prestigio personal y humano para seguir los designios del Salón Oval, y lo perdieron estrepitosamente como le ocurrió al ex secretario de Estado y antiguo jefe del Estado Mayor del ejército estadounidense, Collin Powell.
Así que no se trata de un arranque individual, sino de un plan para salvar los muebles ante delitos de lesa humanidad, perpetrados por la potencia que gusta llamarse pomposamente como “la democracia perfecta”.