Imagen ilustrativa.
Por Roberto Morejón
Ante manifestaciones de malestar por limitaciones materiales y dudas sobre mecanismos de distribución registradas recientemente en algunos puntos geográficos de Cuba, contrastaron por su discordancia las respuestas del gobierno nacional y la de un actor al que nadie convidó, Estados Unidos.
Las autoridades de la mayor de las Antillas se refirieron con rapidez a las expresiones de personas contrariadas por aristas de la situación actual, caracterizada por una aguda limitación de recursos materiales.
La intermitencia de aprovisionamientos en artículos de la canasta básica subsidiada, la ausencia transitoria de otros y el aumento de cortes eléctricos en coincidencia con mantenimientos en una de las envejecidas termoeléctricas, configuran una coyuntura espinosa.
Pero dirigentes del gobierno y del Partido Comunista aplicaron la política de atender los reclamos de la población.
Además de conversar con quienes hicieron planteamientos o acudieron como espectadores, las autoridades, y en especial el presidente Miguel Díaz-Canel, reiteraban la piedra angular de su línea de trabajo.
El primer mandatario escribía en su cuenta de la red social X un texto en el que resaltaban tres verbos: escuchar, dialogar, explicar, siempre ---dijo--- en un ambiente de tranquilidad.
Contrastó con esa disposición al diálogo y al esclarecimiento de dudas sobre lo que se hace en el país para paliar las dificultades de hoy, la postura del gobierno de Estados Unidos y de quienes en redes sociales manipularon los acontecimientos para promover estallidos.
La embajada del país norteño trató de asumir el papel de actor en un asunto estrictamente interno.
Así lo hicieron saber representantes de la cancillería local, quienes transmitieron el rechazo a un episodio injerencista.
La sede extranjera se hizo eco de lo ocurrido en Santiago de Cuba y en varias localidades e instó al gobierno a lo que llamó respeto de los derechos humanos de los manifestantes.
Dicho de otra forma, Washington trazaba la línea de lo que debería hacer el país donde tiene su representación diplomática.
La respuesta del Ministerio cubano de Relaciones Exteriores fue enérgica: si el gobierno de Estados Unidos tuviera una preocupación mínima y honesta sobre el bienestar de la población, sacaría al país de la lista arbitraria de Estados que, según la potencia del Norte, patrocinan el terrorismo.
La inclusión en esa nefasta enumeración, el recrudecido bloqueo, las consecuencias económicas de la pandemia, la tensa situación internacional y el impedimento de acceder a créditos, son las causas principales de la adversa coyuntura de la mayor de las Antillas.
Resaltaba la paradoja: el que aprieta las clavijas y obstaculiza la entrada de provisiones al archipiélago caribeño, afirma sentirse “preocupado” por las circunstancias.
Como señalara el viceministro de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío, a la agencia AP: fue una abierta interferencia en los asuntos internos.