por María Josefina Arce
Hace casi un año de que la Organización Mundial de la Salud decretara el fin de la emergencia sanitaria mundial por la COVID 19.
La enfermedad causada por el nuevo coronavirus sin embargo, como advirtiera la OMS continúa siendo una amenaza, a la que para América Latina se suma otro problema de salud, el dengue.
El virus transmitido por el mosquito Aedes Aegypti ha ido ganando terreno en la región hasta el punto de que la OPS, Organización Panamericana de la Salud, ha expresado su preocupación y emitido en los últimos meses nueve alertas epidemiologicas.
La entidad precisó que hasta marzo pasado se registraron en la zona 3 millones 500 mil casos y más de mil fallecidos, lo que representa tres veces más casos que los reportados para esa misma fecha de 2023.
Brasil, Argentina y Paraguay son los países más afectados, pero también se registra un aumento de enfermos en México, Costa Rica y Guatemala.
Entre las causas de este incremento está el cambio climático. En reiteradas ocasiones expertos han alertado sobre las afectaciones a la salud de este fenómeno que trae aparejado altas temperaturas y eventos meteorológicos extremos con fuertes lluvias, que propician la incidencia y propagación del dengue por la proliferación de los criadores de mosquitos.
De hecho América del Sur en este verano ha sufrido temperaturas que han rebasado los 40 grados Celsius, una combinación del fenómeno El Niño y el calentamiento global.
Pero no solo los factores ambientales inciden en la proliferación del vector y en el incremento de los casos de dengue, también están los de índole social, sobre los que ha alertado la OPS.
Entre ellos se encuentran el no tener acceso al agua potable y saneamiento, un problema todavía pendiente en América Latina y el Caribe, donde millones de personas se ven privadas de este derecho humano.
La región está lejos de cumplir el Objetivo de Desarrollo Sostenible número seis referido a garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.
De ahí que la OPS haya insistido en la importancia de avanzar en ese objetivo, de incrementar la vigilancia epidemiológica y de preparar ante el auge del dengue los sistemas sanitarios, que ya fueron fuertemente presionados durante la pandemia de la COVID 19 y mostraron múltiples debilidades en numerosos países.