Desembarco de Normandía y Batalla de Kursk
por Guillermo Alvarado
Conocí un profesor en la universidad que solía negar la existencia de la filosofía de la historia porque, aseguraba, tal y como está narrada representa sólo una de las muchas miradas existentes sobre un acontecimiento y, por lo regular, es la de los vencedores o las capas dominantes.
Rara vez, señalaba, se recoge el punto de vista de los vencidos, de los perdedores, de quienes jugaron un papel secundario en los grandes dramas o las victorias glamorosas de este mundo y las pocas veces en que esto ocurre se les pinta con los colores más oscuros y las líneas menos armoniosas.
Me vino esto a la memoria cuando leía acerca de las conmemoraciones por el aniversario 80 del famoso desembarco aliado en las playas francesas de Normandía, que convocó en esa zona a presidentes, jefes de gobierno y hasta un rey, el británico Carlos III.
Se pronunciaron frases grandilocuentes, pero no exactas, como aquella tan trillada de que esa jornada fue “el día más largo”, o que allí se le rompió la espina dorsal al ejército nazi alemán y comenzó el final de la guerra.
Es verdad que miles de personas de muchos países dieron su vida en el desembarco, un gesto que no sería justo ni honesto desconocer.
Pero el golpe mortal a la peste parda, como se le denominaba a las fuerzas armadas de Adolfo Hitler no se dio en ese lugar, ni en esa fecha.
Había sido ejecutado un año antes, el 23 de agosto de 1943, cuando terminó la legendaria batalla del Arco de Kursk, donde el Ejército Rojo propinó en suelo de la Unión Soviética una derrota estratégica al III Reich, de la que ya nunca pudo sobreponerse.
Las acciones comenzaron el 5 de julio, fecha en la cual Alemania puso todo su poderío en un intento por recuperar la iniciativa en la guerra después de su desastre en la batalla de Stalingrado, pero fracasó por completo.
Ese fue en realidad el punto de inflexión en el II conflicto armado universal, pues a partir de allí las tropas soviéticas iniciaron una ofensiva que no se detuvo, sino hasta la toma de Berlín, el 2 de mayo de 1945.
De hecho, fueron estos acontecimientos los que apresuraron el desembarco aliado en Francia, largamente demorado con diferentes excusas, hasta que los jefes militares occidentales se dieron cuenta de que llegaban tarde a Alemania.
Es legendario el conflicto entre el general Charles de Gaulle y sus colegas porque éstos no querían detenerse a tomar París, en su alocada carrera hacia Berlín, donde ya estaban los soviéticos.
La URSS llevó sobre sus hombros la carga más pesada de la guerra, pero otros se reúnen a celebrar victorias que reclaman como suyas. Ah, la historia.