Movilizaciones en Inglaterra contra los migrantes. Imagen:france24
por Guillermo Alvarado
El Reino Unido es escenario de violentas manifestaciones de grupos de derecha y extrema derecha en contra de la inmigración irregular, en particular de aquellos que arriban a las costas luego de atravesar el Canal de La Mancha en frágiles embarcaciones y son de origen africano.
Las demostraciones de odio, que incluyeron el asalto a un hotel donde suele darse albergue a quienes están a la espera de su regularización, tienen como motivo inmediato una mentira difundida por las redes sociales, que una vez más dieron muestras de su talante peligroso cuando son mal utilizadas.
Recordarán, amigos, el lamentable episodio ocurrido cuando un adolescente de 17 años irrumpió en una clase de baile en Southport, Inglaterra, donde asesinó a dos niñas e hirió a otros ocho menores y dos adultos.
De inmediato comenzaron a circular mensajes donde se afirmaba que el agresor era un inmigrante indocumentado recién desembarcado en las costas británicas, lo cual desató la ira de las hordas neofascistas.
De nada sirvió el desmentido de las autoridades, quienes demostraron que el joven, descendiente de un matrimonio de origen ruandés, nació en Cardiff, Gales, y por lo tanto tiene nacionalidad británica.
El problema es que estamos hablando de un continente, pues esto no sólo ocurre en Reino Unido, que está intoxicado por mensajes de odio, racismo, xenofobia y desprecio por lo que es diferente o ajeno, donde perviven ideologías ultranacionalistas cada vez más agresivas.
Al fenómeno no son ajenos algunos gobiernos, como los que estuvieron encabezados en Londres por los conservadores Boris Johnson y Rishi Sunak –éste último descendiente de migrantes- quienes sembraron semillas malignas que están floreciendo rápidamente.
Ambos idearon formas abominables de tratar a quienes intentaban buscar una vida mejor, o una vida a secas, en Europa, un continente que, bien visto, es culpable de la miseria que sufre buena parte de África.
Encerrarlos en prisiones flotantes sometidos a un brutal hacinamiento, o enviarlos a Ruanda mientras esperaban un hipotético asilo, fueron algunas de las grotescas iniciativas de la bien llamada “pérfida Albión”, recuerda un editorial reciente del diario mexicano La Jornada.
Una mentira divulgada en las llamadas redes sociales, esas de quienes dijo el escritor Umberto Eco que le han dado la palabra a una legión de imbéciles, demostró que el mal está enraizado en la sociedad británica, y que basta una chispa para desatar el caos y sacar a la luz lo peor del ser humano, el egoísmo, el odio y, también, por qué no, el miedo.