Por Roberto Morejón
La Derecha mundial recurre a la beligerancia cognitiva, la ciberguerra y a las redes sociales para difundir sus campañas de distorsiones, desacreditaciones de líderes y procesos progresistas e incluso con vistas a calzar golpes blandos, esos que ya no utilizan el tradicional cuartelazo militar.
En las plataformas se intenta con frecuencia manipular el pensamiento e incitar y aplaudir la judicialización de figuras políticas favorables a causas sociales.
A menudo se hacen extensivas las ideas de exponentes de la derecha y la extrema derecha, como el brasileño Jair Bolsonaro, el argentino Javier Milei, el español Santiago Abascal o la venezolana María Corina Machado.
El ultraconservador ex presidente brasileño desarrolló vínculos estrechos con el multimillonario Elon Musk, dueño de la red X, este último ahora señalado por el gobierno venezolano de caldear los ánimos y desatar una crisis política.
La red X cerró su oficina en Brasil en una cruzada con la Corte Suprema, pues el juez Alexandre de Moraes ordenó la retirada de cientos de perfiles que cuestionaban la solidez del sistema electoral doméstico.
El gobernante argentino declaradamente anticomunista Javier Milei visita frecuentemente Estados Unidos, donde comparte ideas con empresarios tecnológicos.
La expresidenta Michel Bachelet destacó que un sector de la juventud chilena afirma que el mejor gobierno de la historia fue el de Augusto Pinochet.
Cualquier vía, ya sea las redes tradicionales o las calles, parece tener utilidad para fomentar estructuras de odio, temor y cólera en torno a cualquier tema.
Los predilectos son la raza, el nacionalismo, la supremacía blanca, el egoísmo y hasta una operación para presentar como víctimas a personajes como Donald Trump, aunque promoviera el asalto al Capitolio.
La intención de la derecha y de la extrema derecha es captar la atención de grandes sectores sociales, grupos etarios como la juventud, a fin de inculcarles la particular filosofía de los que se autoproclaman como poseedores de la “verdad única”.
La vinculación de los ultras e incluso de los neofascistas con resortes tecnológicos ha ganado actualidad, pues, según consideran, controlar Internet es clave para llegar al poder.
Incursionar con ojo crítico por las diversas plataformas y conocer los recursos y tendencias de los más recalcitrantes, son indispensables para no caer en sus trampas.