Kamala Harris y Donald Trump
por Guillermo Alvarado
Los candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Kamala Harris, por el partido Demócrata, y Donald Trump, de los republicanos, realizarán este martes su primer y único debate público, justo nueve semanas antes de los comicios de donde saldrá el nuevo inquilino de la Casa Blanca.
La mirada mediática sobre este encuentro, que se realizará ante las cámaras de la cadena ABC desde Filadelfia, intentan convencer al mundo de que se trata de un encuentro decisivo para inclinar hacia uno u otro lado las preferencias electorales y definir los resultados.
En realidad no es tal y como lo quieren presentar pues de acuerdo con los especialistas este tipo de encuentro tiene más de espectáculo, de entretenimiento, porque a estas alturas ya el denominado voto duro de cada aspirante está muy bien definido.
De hecho, tanto Harris como Trump se están preparando no para presentar el mejor proyecto político o plan de trabajo, sino para neutralizar al rival, mostrar sus debilidades y, hasta cierto punto, tratar de dejarlo en ridículo.
Los espectadores, más que buscar certezas, esperan ver a su campeón apalear al otro y declararlo vencedor.
Se conoce, por ejemplo, que la actual vicepresidenta lleva cinco días encerrada con su equipo de trabajo buscando más bien las debilidades del magnate, que las fortalezas de su propio plan de gobierno.
Y lo mismo ocurre en el campo Republicano, donde Trump espera fundamentar su estrategia en los escasos logros de Harris durante su mandato vicepresidencial con su acostumbrado aderezo de críticas políticas, ataques personales o teorías conspirativas.
Es verdad que hay millones de indecisos todavía, pero está por verse cuál será el verdadero impacto del debate de esta noche para hacerlos girar hacia uno u otro lado sus preferencias.
No en balde la vicepresidenta Harris anunció que apenas finalizado el encuentro realizará una gira por los estados con mayor número de indecisos, Carolina del Norte, Michigan, Wisconsin y Pensilvania, particularmente dirigido a grupos específicos de votantes, como los latinos.
Y al hablar de este sector hay un tema ineludible, como es la migración pues hay pocos que no tengan un pariente en situación irregular y con temor a ser deportado a su país de origen.
Está también el contacto directo con las minorías étnicas y las comunidades religiosas cuyo voto puede ser importante, pero que no se va a decidir en un debate que, además, muchos no se tomarán el trabajo de ver.