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Por Guillermo Alvarado
Tras las brutales inundaciones en varias localidades de la Comunidad de Valencia, en el este de España, la ira se mantiene encendida contra el gobierno local presidido por Carlos Mazón, a quien le piden la renuncia por su incapacidad e indolencia para manejar la situación.
Decenas de miles de personas marcharon el fin de semana en señal de duelo por las más de 220 víctimas fatales y los cerca de 80 desaparecidos por el violento fenómeno meteorológico, que azotó la zona a finales de octubre.
El silencio de los manifestantes sólo fue roto en ocasiones por gritos de asesino, criminal y sinvergüenza, dirigidos contra Mazón y también por reclamos contra el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, a quien señalan de no movilizar oportunamente la ayuda hacia los sitios afectados.
Como se conoce, el este de España fue impactado por un evento conocido como Depresión Aislada en Niveles Altos, DANA, el cual ocurre cuando una masa de aire frío se separa de las corrientes atmosféricas y se desplaza independientemente, dando lugar a lluvias torrenciales.
Si bien hoy día existen tecnologías para detectar estos casos, los valencianos denuncian que no fueron advertidos oportunamente del peligro.
Además, durante y después de la catástrofe el gobierno de Mazón, del derechista Partido Popular, sencillamente desapareció de la escena lo cual provocó una demora en la asistencia a los afectados y, posiblemente, aumentó la cifra de fallecidos por las inundaciones.
La actitud de las autoridades contrastó de manera total con la actitud de vecinos y voluntarios, que acudieron en rescate de quienes estaban atrapados y luego participaron masivamente en las labores de limpieza y recogida de escombros.
Las tareas de rehabilitación de calles y viviendas se mantienen en los principales pueblos afectados, como Paiporta, Chiva, Benetússer y Massanassa, donde también continúa la búsqueda de los desaparecidos.
El desastre ocurrido en Valencia es evidencia de cómo el cambio climático está provocando cada día fenómenos potencialmente destructivos, para los que en muchos lugares nadie está realmente preparado.
Pero también demuestra cómo la indolencia de las autoridades y su falta de compromiso con la seguridad de la población se convierte en otra arma mortal en estos casos.
No podemos poner freno a la naturaleza, pero si es posible mantener la vigilancia y acudir de inmediato en ayuda de las víctimas, porque para eso solamente hace falta voluntad política y conciencia.