Por Roberto Morejón
Las previsiones sobre la imposibilidad de un crecimiento de la economía cubana en 2024 destacaron en las últimas semanas, cuando dos huracanes e igual número de sismos castigaron al país.
Si bien desde el paso de los huracanes Oscar y Rafael y el registro de dos sismos se pusieron en práctica con rapidez las tareas de recuperación, la cuantía de los daños, aún sin precisar definitivamente, es superlativa.
El primer huracán devastó cuatro municipios del oriente con inundaciones nunca vistas en la región y el segundo dejó en el piso casi todo el sistema electroenergético de la occidental provincia de Artemisa, con perjuicios notables en las vecinas Mayabeque y La Habana.
Las imágenes de los techos averiados parcial o totalmente y de inmuebles abatidos por los vientos se corresponde con la estimación de 46 mil viviendas dañadas, aunque el número se elevará.
A ese balance transitorio se suma el impacto de dos sismos de gran magnitud y de miles de réplicas en las provincias orientales de Granma y Santiago de Cuba.
Pero no solo las huellas de los huracanes y los inusuales sismos repercuten en los cálculos de los entendidos para estimar una contracción del Producto Interno Bruto, pues el país estuvo expuesto a las penurias del sistema electroenergético nacional.
Dos colapsos de ese sistema asestaron golpes contundentes a la producción y los servicios.
En un país con un déficit acentuado de aportes de la agricultura a los mercados, llama a la meditación las pérdidas de 37 mil hectáreas de tierra, como resultado del azote de los dos huracanes.
A los estragos de los fenómenos naturales debe sumarse el alejamiento de la posibilidad de que Cuba alcance la meta de 3 millones de visitantes en 2024, aun cuando el país cuenta con una planta hotelera renovada de más de 80 mil habitaciones.
En la mayor de las Antillas tienen no obstante esperanzas en el flujo apreciable de visitantes en la temporada alta.
Los alojamientos afectados tienen un programa de reparaciones, aunque en Cuba los planes más realistas tropiezan con factores externos.
El recrudecimiento del bloqueo estadounidense y la ubicación de la nación caribeña en la enumeración de países que, según la óptica de Washington, patrocinan el terrorismo, recortan el ingreso de divisas.
Ese tipo de moneda resulta imprescindible para comprar alimentos en el exterior y financiar mantenimientos capitales en las vetustas termoeléctricas, proceso sin aplicar hasta hoy.
El decrecimiento de la economía, del que se derivan estrecheces en los consumos y los servicios, exige de los cubanos un trabajo titánico para resarcir daños por contingencias naturales y enfilar nuevamente hacia el desarrollo.