La presencia de países africanos en el Consejo de Seguridad de la ONU es un reclamo recurrente.
Foto: vovworld.vn
Por: Roberto Morejón/RHC
Si se cumple el anuncio del secretario general Antonio Guterres de que dos países africanos se unirían al Consejo de Seguridad como miembros permanentes, se daría un paso justo, en busca de la tan demandada y a su vez postergada reforma del máximo órgano de la ONU.
Guterres dijo en Sudáfrica, donde estaba de visita, que esa incorporación se concretaría antes de finalizar su mandato.
Tanto el secretario general como los líderes y gobiernos del llamado continente negro han requerido su presencia en el Consejo de Seguridad de la ONU, como una forma de reparar en parte una injusticia.
El Sur global considera injusta la ausencia de miembros permanentes de África, América Latina y el Caribe y de países en desarrollo de Asia.
Ellos deberían ser parte de las decisiones relevantes a adoptar por el Consejo de Seguridad de la ONU, integrado hasta ahora por 15 miembros, de ellos cinco con asiento permanente y poder de veto y el resto agregados de forma rotativa.
Resulta imperativo buscar una composición del órgano más equilibrada a fin de rectificar la escasa representación de naciones del Sur global, las cuales constituyen gran parte de la membresía de la ONU.
Tanto África como otros países defienden en la ONU la composición de un Consejo de Seguridad verdaderamente transparente, democrático y representativo.
No podrá ser así mientras ese continente no tenga integración, arrastrando un escenario desde finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando buena parte de los estados africanos permanecían bajo el colonialismo y carecían de voz en los asuntos internacionales.
En esencia, el tema de sumar a dos países africanos como miembros permanentes del Consejo de Seguridad se asocia con viejos reclamos de muchos oradores, acerca de democratizar ese apéndice.
No son pocos los gobiernos que llaman al cese de la injerencia del Consejo en asuntos fuera de su competencia, en particular a los correspondientes al mandato de la Asamblea General.
Una reforma del Consejo de Seguridad de la ONU, aún no decidida, debería permitir el cumplimiento de su responsabilidad esencial de mantener la paz y la seguridad en el planeta.
La transformación integral y profunda que incluya el análisis del poder de veto aún está por verse a contrapelo de los cambios globales, pero al menos sumar a dos países africanos en asientos permanentes debe evaluarse como un paso positivo.