Imagen de archivo/RHC

Por Guillermo Alvarado

A partir de hoy el magnate Donald Trump es el presidente de los Estados Unidos del Norte de América y una serie de interrogantes están por todo el mundo, respecto a cuánto de lo que dijo durante su campaña electoral podrá llevar a la práctica en su mandato.

Dentro de los diversos temas que anunció está el endurecimiento a la migración indocumentada, así como realizar la mayor deportación jamás vista en la historia, algo que es más fácil decirlo que hacerlo, por el impacto que tendrá en la economía interna de su país.

Aunque no hay una estadística formal, las diversas fuentes sitúan en unos 11 millones de personas en situación irregular viviendo en la potencia norteña y muchos de ellos resultan vitales para algunos sectores productivos, en particular la agricultura, donde son explotados al máximo.

Por otra parte está el costo de una operación masiva, en la cual Trump planea involucrar a las Fuerzas Armadas, los servicios de inmigración y diversas estructuras de gobierno.

Otra medida anunciada es la aplicación de impuestos a las importaciones, con México y China en la mira, lo que también tiene implicaciones internas.

Primero, porque si lo hace estaría tirando al cesto de la basura el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, un instrumento del cual Estados Unidos resulta el mayor beneficiado.

En segundo lugar habrá que ver cuál será la respuesta de los países afectados, quienes sin duda alguna adoptarán contramedidas que encarecerían las ventas al exterior de los productores estadounidenses, cosa que no le haría ninguna gracia a la industria y el comercio pues perderían numerosos clientes.

China, por ejemplo, no sólo es un gran exportador de los artículos más inimaginables, sino que también un comprador poderoso y no tendría mayores inconvenientes para dirigirse hacia otros mercados, entre ellos, por cierto, varios de Latinoamérica con quienes tiene estrechos vínculos comerciales.

Trump dijo que se propone eliminar en cuatro años las compras esenciales desde la nación asiática, pero para lograrlo la economía norteamericana tendría que crecer a un ritmo que hoy no existe, más aún si elimina la mano de obra barata inmigrante en la agricultura y la construcción.

Respecto a otros asuntos, como comprar Groenlandia o apropiarse del Canal de Panamá, resultan inviables en estos momentos. Ya confirmó, eso sí, su compromiso total con Israel, lo que en realidad hacen todos los gobiernos, sean demócratas o republicanos.  Trump ya debería saber que, como dice el refrán popular, una cosa es con guitarra y otra con orquesta.