Por: Roberto Morejón
En una semana en la que los cubanos rinden tributo renovado a José Martí, ante el aniversario 172 de su natalicio, no pocos repasan la profusa obra del Apóstol, incluyendo su pensamiento económico.
Insuficientemente analizados, los diversos enfoques del Héroe Nacional sobre el tema se enfilaban hacia su propósito cardinal de transformar la realidad para beneficio de Cuba, América Latina y la Humanidad.
Con su profundidad y validez al tener sus consideraciones el atributo de poder aplicarse en otros espacios y períodos, José Martí discurría sobre la agricultura como la única fuente de la riqueza real, cuyo valor se traspasaba a la industria y al comercio.
Defensor de la tierra porque siempre produce y fructifica, el prosista y poeta enfatizaba en el cuidado de la tierra para cultivar las simientes y en su importancia para la mayor de las Antillas y el resto de América Latina.
Por supuesto, el Héroe Nacional asociaba la tierra al trabajo, germen del bienestar personal y social, sin menospreciar el capital, pues todos ellos, según concebía, eran esenciales para promover la riqueza.
Con su visión humanista y popular, el gestor de la Guerra Necesaria frente al colonialismo español también se detuvo en reprender el excesivo enriquecimiento de los opulentos, a costa de los trabajadores.
A favor de la riqueza distribuida, el pensador se oponía cardinalmente a la concentración de los recursos en manos de los monopolios.
Tenaz crítico de las tierras baldías, escribió que quien abona bien su tierra, trabaja menos, tiene tierra más tiempo y gana más.
En este sentido expresó meridianamente que la labranza constituye la base principal para alcanzar la soberanía alimentaria de Cuba.
Además de subrayar que los gobiernos deben enseñar preferentemente en las escuelas el cultivo de los campos, Martí defendía una educación escolar en la que los maestros resaltaran ante sus alumnos el valor de las faenas en los huertos.
Pero el patriota que cayera en Dos Ríos no solo otorgó realce a la agricultura, al abogar asimismo por la industria manufacturera, la cual, en su criterio, debería protegerse en su competencia con los consorcios extranjeros.
Martí promocionó y divulgó igualmente los avances tecnológicos de la época y los intercambios en la materia entre países latinoamericanos.
Con el avance de la economía en busca del bienestar popular y la justicia social, el autor de La Edad de oro reitera desde su universalidad la notoriedad de trabajar sin descanso desde el campo en busca del progreso, por caminos propios.