
Foto: Al Jazeera
Por: Roberto Morejón
En Estados Unidos, donde son cotidianas manifestaciones de discriminación racial, alegan, sin pruebas, que ese tipo de exclusión se comete contra la minoría blanca en Sudáfrica, cuyo gobierno lo negó enfáticamente.
Desde la asunción de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, el magnate ha recrudecido su oratoria contra Sudáfrica y afirmó no estar dispuesto a acudir a Pretoria en noviembre, cuando tendrá lugar allí la cumbre del Grupo de los 20.
En la narrativa de Trump, sobresale, sin brindar fundamentos, de que en Sudáfrica se cometen excesos contra agricultores blancos, a quienes, señala él, les confiscan sus tierras.
En esa misma cuerda, funcionarios estadounidenses no han acudido a eventos en Pretoria o han evitado entrevistarse con sus contrapartes, aunque la acción más ofensiva ocurrió cuando Washington expulsó al embajador sudafricano, Ebrahim Rasool.
Además, el primer mandatario estadounidense emitió una orden ejecutiva en febrero último en la que recortaba el financiamiento a Sudáfrica.
El gobierno de ese último país ha respondido contundentemente a los ataques y destacó que no han sido confiscadas tierras privadas desde el fin del sistema del apartheid.
Las autoridades de Pretoria subrayaron que la Constitución protege a todos los habitantes, de ahí que considere que las alegaciones de Trump son inexactas e impulsadas por la desinformación.
Analistas recordaron que tanto demócratas como republicanos sienten malestar porque Sudáfrica, en uso de su soberanía e independencia, sostiene relaciones mutuamente provechosas con naciones a las que Washington fustiga, como Irán y China.
En Estados Unidos también criticaron la decisión de Sudáfrica de acusar a Israel de genocidio contra los palestinos en Gaza, en un caso ante la Corte Penal Internacional.
No puede olvidarse la influencia en Estados Unidos de los magnates del mundo tecnológico, como el multimillonario Elon Musk, quienes han difundido la argucia de que los blancos sudafricanos están amenazados.
Lo cierto es que en Sudáfrica tratan de aplicar una reforma agraria para corregir desigualdades históricas, heredadas del colonialismo y el apartheid, sistema segregacionista apoyado por Occidente, especialmente Estados Unidos.
Las acusaciones de ese último país contra Pretoria se repiten en momentos en que decenas de miles de migrantes en Estados Unidos sufren persecución e incluso son deportados en condiciones intolerables, en medio del aplauso de la administración.