por Guillermo Alvarado
El comediante Jimmy Morales ocupa desde hoy la primera magistratura de Guatemala para convertirse así en el tercer presidente en apenas cuatro meses en la historia reciente de un país estremecido por escándalos de corrupción, violencia, pobreza generalizada y tímidos intentos de hacer justicia contra responsables de delitos de lesa humanidad en el reciente conflicto armado interno.
Los desafíos del ejecutivo son sin lugar a dudas muy serios, primero porque debe demostrar que es capaz de responder a la confianza que millones de ciudadanos depositaron en un político desconocido, que ganó voluntades con el lema de “ni corrupto, ni ladrón”, justo cuando el gobierno del ex general Otto Pérez Molina se hundía tras conocerse cómo él y su equipo presuntamente robaron millones de dólares de los fondos estatales.
El flamante presidente no puede dar lugar a la más mínima brecha a los oscuros negocios que durante décadas penetraron a las instituciones públicas guatemaltecas y prácticamente dieron lugar a una cultura del soborno y la ilegalidad.
Apoyado por un grupo de antiguos oficiales del ejército, Morales ocupa su cargo en un momento harto difícil, pues varios de sus allegados, entre ellos su más cercano colaborador, Edgar Ovalle, están señalados por graves delitos contra la humanidad durante el conflicto armado que desde 1960 y hasta 1996 desangró a la nación centroamericana, con un saldo de más de 250 mil muertos y desaparecidos, la inmensa mayoría civiles víctimas de atrocidades de las fuerzas armadas.
El país, recordemos, arrastra graves carencias y no cumplió los objetivos del milenio de la ONU, en particular la erradicación de la pobreza extrema y el hambre.
La mitad de los niños y niñas guatemaltecas sufren diversos grados de desnutrición, un dato insólito habida cuenta de los generosos recursos naturales con que cuenta esa nación, con una diversidad de climas que permite el cultivo de prácticamente cualquier producto, extensas sabanas propicias para la ganadería y abundantes ríos y lagos que irrigan la casi totalidad de sus suelos.
Lamentablemente la tierra, principal riqueza del país, está concentrada en menos del 10% de la población, que conforman una oligarquía voraz, conservadora e incapaz de ver más allá de sus propios intereses.
En el tema sanitario, Guatemala está colapsada y sus hospitales públicos carecen de medicamentos básicos, instrumental o materiales elementales para responder a las necesidades de los que no pueden acudir a la medicina privada, que son la mayoría.
Más allá de las circunstancias de un país pobre y atrasado, Morales también enfrentará dificultades propias de la debilidad de su formación política, el Frente de Convergencia Nacional, minoritario en el Congreso de la República y sin cuadros calificados suficientes para formar un ejecutivo, lo que le obligó a hacer onerosas alianzas con fuerzas políticas de derecha.
Se terminó el tiempo de la comedia para Jimmy Morales quien, para el bien de su pueblo, debe enfrentar con absoluta seriedad una tarea titánica que lo puede llevar a lo alto de la historia, o arrojarlo a los meandros del olvido, donde yacen muchos de sus predecesores.