Por: Guillermo Alvaradao
Además de las migraciones masivas, la violencia y la constante amenaza de organizaciones extremistas, la población africana enfrentará este año una aguda escasez de alimentos debido a la sequía provocada en regiones de ese continente por el fenómeno climático de El Niño.
De acuerdo con una advertencia hecha esta semana en Roma, Italia, por el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, por lo menos 14 millones de seres humanos sufrirán hambruna por esta causa y sus vidas estarán en peligro.
Como se conoce, El Niño causa serias perturbaciones en el clima y mientras en unos lugares ocurren lluvias torrenciales e inundaciones, en otros por el contrario hay etapas de sequía que arruinan las cosechas, como está ocurriendo en el también llamado continente negro.
Pero más allá de este fenómeno cíclico, la situación en África se exacerba debido a la pobreza crónica dejada por siglos de un feroz colonialismo europeo, que financió su desarrollo no sólo por la expoliación de los principales recursos naturales, sino que también de su misma población, víctima del oprobioso comercio de esclavos.
Esa huella dolorosa está impresa hoy día en muchos países, donde la vida es en extremo precaria, a tal grado que basta un ligero acontecimiento para provocar una catástrofe humana de consecuencias imprevisibles y casi siempre con un elevado costo de vidas, sobre todo entre los más vulnerables: los niños, ancianos y mujeres.
Según el Banco Mundial, a pesar de los programas y el crecimiento de algunas economías, la pobreza creció en esa región en 100 millones de personas más durante los últimos 25 años, lo cual demuestra que no se trata solo de transferir fondos e iniciativas de desarrollo, sino de transformar las estructuras dejadas por la colonia.
La inestabilidad política, la corrupción, la dependencia de antiguas metrópolis y la concentración de las riquezas en unas pocas manos, que por lo regular extraen su patrimonio y lo depositan en el sistema financiero europeo, son problemas que deben erradicarse para siempre.
Europa, en lugar de quejarse por la inusitada oleada de migrantes, de levantar barreras o crear mecanismos administrativos y militares para contener esa inmensa movilización, azuzada por la pobreza, el hambre y la violencia, debería invertir para generar una calidad de vida decente y una distribución justa de los recursos.
Hablamos, además, de un continente que no sólo tiene un presente terrible, sino que está embargando su futuro, debido a la situación de la niñez, advirtió el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, la Unicef.
Al millón de niños con malnutrición aguda severa de hoy día, se sumarán otros millones en 2016 por la hambruna, dijo Leila Gharagozloo-Pakkala, la directora regional de Unicef para África del Este y austral.
La pobreza, recordemos, es una serpiente que se muerde la cola. La única forma de salir de ella es romper el círculo vicioso, reventar las estructuras que la alimentan y hacer las cosas de otra manera, algo que África lleva siglos esperando, sin ninguna luz en el horizonte.