Por: Guillermo Alvarado
Durante la trigésimo cuarta Conferencia Regional de la FAO, la Organización de las Naciones unidas para la Alimentación y la Agricultura, se constató que en las dos últimas décadas América Latina y El Caribe lograron importantes avances en la lucha contra el hambre, pero todavía hay importantes retos por delante para terminar definitivamente con este flagelo.
Cuando el área comenzó a enfrentar el desafío de las denominadas metas del milenio, el 14,7 por ciento de su población carecía de acceso a los alimentos indispensables, lo que representaba entonces un total de 66 millones de seres humanos.
En la actualidad ese indicador es sólo del 5,5 por ciento, es decir 33 millones de personas de la población de hoy día, lo que significa un importante paso de avance en una de las zonas más desiguales de todo el mundo.
La FAO aseguró que esto se debe a un compromiso político de varios gobiernos, que supieron combinar el crecimiento económico con el refuerzo de las medidas de protección social y políticas públicas diseñadas para el bien de la población. También jugó un papel importante la solidaridad entre los países y la cooperación sur-sur.
Si bien no se puntualiza cuáles son esos gobiernos, es oportuno recordar que entre los países más exitosos en la lucha contra el hambre figuran aquellos con autoridades progresistas que realizaron profundas transformaciones, como Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Brasil y Nicaragua, entre otros.
Todos ellos, sin embargo, están bajo fuego de la derecha más reaccionaria, apoyada por Estados Unidos, que mantiene constantes campañas de desestabilización para dar al traste con estos cambios y retroceder a las prácticas neoliberales en boga en los años 80 y 90 del siglo pasado.
Como ya lo está comprobando la población argentina, las primeras bajas de la llamada restauración conservadora son precisamente las garantías sociales, que representan un pilar importante en el acceso a la alimentación de los sectores más vulnerables, entre ellos los desempleados, los jubilados y las familias de escasos recursos.
Como se ha dicho siempre, la lucha contra el hambre va de la mano del combate a la pobreza, y eso nunca ha sido un objetivo prioritario de las políticas neoliberales donde el mercado, y no la población, ocupa el lugar de privilegio.
Según José Graziano da Silva, director general de la FAO, Latinoamérica y El Caribe podría ser la primera región del planeta en erradicar el hambre hacia el 2030.
Un obstáculo en este objetivo es el constante ataque contra los gobiernos progresistas de la región y la consecuente amenaza que se cierne sobre novedosas organizaciones de integración, como la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, que son vehículos para la solidaridad, la complementariedad económica y el intercambio justo.
Un retroceso hacia el conservadurismo neoliberal significaría el fin de las conquistas de las últimas dos décadas, entre ellas, precisamente, la lucha contra el hambre y la pobreza.