Por: Guillermo Alvarado
Los departamentos del Tesoro y Comercio de Estados Unidos anunciaron nuevas regulaciones que modifican de manera parcial y limitada el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, una política agresiva de más de medio siglo, cuya columna vertebral permanece prácticamente sin cambios.
Entre estas medidas se destaca la posibilidad de la utilización del dólar en las transacciones cubanas y una cierta flexibilización en las condiciones para que los ciudadanos del país norteño puedan viajar a la nación caribeña.
Hace falta estudiar a fondo cuál será el verdadero alcance de estas nuevas normas, adoptadas por el presidente Barack Obama, que iniciará este domingo una visita calificada de histórica a La Habana, la primera de un primer mandatario estadounidense desde el triunfo de la Revolución en 1959, y la segunda en la historia de las relaciones mutuas.
En 1928 arribó a esta capital John Calvin Coolidge, quien encontró a un gobierno sumiso encabezado por Gerardo Machado, quien necesitaba de este espaldarazo para prolongar su dictadura ante la ya creciente oposición de la sociedad cubana.
Muy distinto será lo que verá Obama cuando pise tierra en la Mayor de las Antillas, donde será recibido por un pueblo que se siente orgulloso de todo lo alcanzado durante las más de cinco décadas recientes, así como de su gobierno y el sistema político, económico y social que con entera libertad escogió.
Cuba recibirá al presidente de Estados Unidos con cordialidad y respeto, precisamente porque se trata de un país fuerte, que ya demostró con creces su capacidad para relacionarse en el concierto de las naciones en un plano de igualdad, sin ningún tipo de subordinación o temor.
A Obama se le escuchará, pero también se le explicará, quizás no tanto en los discursos sino en la realidad, en la vida de todos los días, cuánto se ha hecho y cuánto más se habría conseguido de no ser por el bloqueo y otro tipo de agresiones que, hay que decirlo, en lo sustancial aún persisten.
Cuba tiene que realizar su comercio con el mundo bajo la amenaza de sanciones que distorsionan el intercambio, porque muchas empresas o entidades financieras son intimidadas y en no pocos casos esta coyuntura se utiliza para incrementar los costos muy por encima de lo normal.
Y no hablamos de una amenaza fantasmagórica, sino de actos reales que han costado multas multimillonarias a bancos y firmas que se han atrevido a trabajar con el país.
Es bueno que ahora los ciudadanos estadounidenses puedan viajar de manera individual a Cuba, pero es malo que permanezca la prohibición de hacer turismo, como cualquier persona normal en el planeta, de esas, por ejemplo, que ya por más de un millón han disfrutado aquí en lo que va del año.
Estados Unidos mantiene su política de cuentagotas para remediar una situación que ellos mismos crearon. Esas medidas parciales son positivas, pero a todas luces insuficientes para superar el principal escollo hacia la normalización de las relaciones con Cuba, es decir, el bloqueo.
Falta sumar la ilegal base naval de Guantánamo, la eliminación de programas destinados inútilmente a generar desestabilización interna, la sepultura definitiva de la llamada política de “cambio de régimen” y las agresiones radiales y televisivas contra el mayor archipiélago del Caribe.
Pese a todo, Obama será recibido con respeto por este pueblo, pero eso sí, o quizás por ello mismo, sin olvidar para nada la historia.