Por: Guillermo Alvarado
La Unión Europea y su actitud egoísta e inhumana ante el drama de las decenas de miles refugiados procedentes de África y el Medio Oriente y que están congregados en infames campamentos ante sus puertas, son blanco de las críticas, dentro y fuera de ese bloque continental.
Nadie olvida que la mayor parte de quienes abandonan sus hogares forzados por la violencia, el hambre y las guerras son víctimas de conflictos azuzados desde capitales occidentales, donde sectores ávidos de las riquezas naturales y las posiciones geoestratégicas no han vacilado en crear una situación sin precedentes desde el final de la II Guerra Mundial.
Según el Informe Global sobre Desplazamientos Internos, sólo el año pasado más de 27 millones de personas huyeron de sus viviendas por los enfrentamientos armados o los desastres naturales, un penoso fenómeno que afecto a 127 países en el mundo.
Para tener una idea más exacta de la dimensión de este drama, esta enorme movilización humana es equivalente a que se hubiesen evacuado las ciudades de Nueva York, París, El Cairo y Londres.
Una cruda muestra del drama sucede en Idomeni, un pequeño pueblo de Grecia cercado en su extremo norte con una malla alambrada con púas, y vigilada día y noche por tanques de guerra y policías de Macedonia.
Grecia, recordemos, no es un país en guerra contra los inmigrantes, pero está viviendo su propia crisis debido a las extraordinarias presiones ejercidas por sus socios europeos que le han empujado a la ruina y son los principales responsables de la falta de recursos para atender a las oleadas de migrantes.
Una de las más recientes y fuertes críticas la realizó la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien aseguró que "nos avergüenza profundamente que hoy mueran miles de niños y niñas, personas mayores y enfermas, hombres y mujeres ahogadas en nuestro mar Mediterráneo, pasando frío o penitencia en las fronteras de Europa. No es propio de ciudades que quieren ser del primer mundo y ejemplo de los derechos humanos".
Es una mancha en la conciencia de la humanidad que un día será recogida por los historiadores, como lo fueron los desmanes cometidos por los nazis y los fascistas en la segunda matanza universal protagonizada por nuestra especie.
También es una muestra de que la escalera de la evolución no incluyó valores y principios fundamentales, pues en esencia la ley del más fuerte de la época de las cavernas sigue vigente en buena parte del mundo, donde sólo cambiaron los métodos de exterminio, para hacerlos más masivos y eficaces.