Por: Guillermo Alvarado
El flamante gobierno provisional de Brasil, encabezado por Michel Temer, sigue sin conocer un momento de tranquilidad tras consumar el golpe contra Dilma Rousseff y ahora mismo está afectado por nuevas revelaciones que comprometen a otro de sus hombres fuertes, el actual ministro de Transparencia, Fiscalización y Control, Fabiano Silveira.
Sergio Machado, quien se ha convertido en una sombra funesta para Temer, difundió este fin de semana una grabación donde Silveira criticaba la operación anticorrupción conocida como Lava Jato, y aconsejaba a los presuntos implicados sobre cómo evadir las consecuencias.
Las filtraciones de Machado ya provocaron la salida de su cargo del ministro interino de Planificación Romero Jucá, quien se pronunció por provocar la salida de Rousseff del ejecutivo como la mejor manera de detener las investigaciones sobre el escándalo de corrupción en la estatal Petrobras, que compromete a numerosas figuras de la derecha.
También generó mucho descontento la reunión que el presidente interino sostuvo con el ministro del Supremo Tribunal Federal, Gilmar Mendes, quien dirigirá al grupo responsable de decidir qué políticos serán juzgados por la corrupción en Patrobras.
Se sospecha que durante esa cita se hubiese llegado a cerrar compromisos para dejar fuera de la mano de la justicia a los allegados al ejecutivo provisional.
Pero no son las únicas preocupaciones de Michel Temer. Hoy día ya la opinión pública internacional va cobrando conciencia de que el proceso contra Dilma no tiene nada que ver con la lucha contra la corrupción, sino que todo lo contrario, son los corruptos los que trabajaron para separarla del cargo y ocupar su puesto.
El objetivo verdadero de toda esa farsa es, siempre lo fue, sacar al Partido de los Trabajadores del poder, desmontar todas las medidas de beneficio popular conseguidas en los últimos 13 años y restaurar un régimen neoliberal, como el que se aplica ya en Argentina.
No le será fácil al gobierno provisional lograr sus metas y ya tuvo que dar marcha atrás en algunas decisiones, como la de cerrar el ministerio de Cultura después de la airada protesta de artistas e intelectuales.
En las calles se eclipsan las manifestaciones de la clase media alta y la oligarquía y se fortalecen las de los sectores populares, mientras muchos políticos están preocupados de que en las elecciones municipales de octubre próximo el voto se les ponga en contra y pierdan posiciones.
Como se ha dicho, Michel Temer está caminando sobre el filo de una navaja y las semanas que vienen serán clave para definir su futuro.