Por: Roberto Morejón

Una de las encomiendas más provechosas de la séptima cumbre de la AEC, Asociación de Estados del Caribe, radica en el examen de prácticas específicas para enfrentar los desastres, objetivo en el que Cuba puede aportar sus modestas experiencias.

El país sede del foro cimero de la AEC es una referencia en América Latina y el Caribe en la reducción de riesgos ante desastres, tanto naturales como originados por accidentes, e incluso epidemias.

Para los cubanos, minimizar los peligros y eventuales consecuencias por el paso de huracanes o la ocurrencia de sismos, inundaciones o sequías extremas, constituye un asunto cardinal.

Por efecto del cambio climático y la irresponsabilidad con la que frecuentemente el Hombre trata de moldear la naturaleza a sus necesidades, el planeta está expuesto a situaciones y peligros cada vez más complicados y embarazosos.

Defender la vida, los bienes materiales que con tanto sacrificio se atesoran por millones de personas en cualquier región, constituye una tarea colosal e inaplazable.

En Cuba se fortalecen los sistemas de alerta temprana agrometeorológica, sismológica y por los huracanes, además de ensayarse las respuestas de las comunidades y la economía a los desafíos naturales y accidentes.

La fortalecida Defensa Civil cuenta con el apoyo de las ciencias, una esfera del conocimiento a la que el Estado otorga los recursos posibles, por la condición de país pobre y bloqueado.

La Defensa Civil aglutina instituciones y recursos de la sociedad para la protección de las personas, sus bienes y la infraestructura socio-económica.

Cuba jerarquiza, asimismo, las acciones preventivas al encomendar estudios de peligro, vulnerabilidad y riesgos de desastres naturales.

Con esta preparación ha sido posible reducir los índices de pérdidas humanas en contingencias naturales, balance elogiado en eventos internacionales.

No quiere decir que Cuba tenga todas las respuestas ante fenómenos preocupantes que, como la sequía aguda, agobian desde hace tiempo.

Pero la colaboración entre los países centroamericanos y caribeños con costas hacia este mar que nos une puede aportar ideas sobre cómo responder a la aridez, entre otros trances, al aprovechar espacios como la Asociación de Estados del Caribe.

Conversar sobre los problemas acuciantes y explorar caminos para que las economías sean sostenibles son objetivos de la séptima cumbre de la referida asociación que con esmero organizó Cuba.