por Guillermo Alvarado
Todavía conmocionado por la masacre ocurrida en la ciudad estadounidense de Orlando, en Florida, donde murieron medio centenar de personas y una cifra similar resultó herida, el mundo comienza a reaccionar ante esta tragedia, vinculada al odio y la intolerancia, pero también a las increíbles facilidades para que cualquier persona obtenga de manera legal armas de alto poder de fuego.
El autor del peor tiroteo masivo en la historia de la nación norteña, Omar Mateen, compró unos días antes un fusil de asalto M4 y las municiones suficientes para llevar a cabo el ataque contra una discoteca frecuentada por miembros del grupo lesbianas, gays, bisexuales, transexuales e intersexuales, conocido por sus siglas LGBTI.
El hombre, de religión musulmana según diversos testimonios, condujo un auto alquilado más de 170 kilómetros, lo que significa que el objetivo estaba seleccionado con anterioridad y, presumiblemente, también la fecha, que coincidió con la celebración de una noche hispana.
La policía estadounidense informó que los cuerpos identificados hasta ahora pertenecen a este grupo étnico, que en ese país suele ser víctima de discriminación.
Las actuales leyes de control de armas, que ningún presidente, incluido el del Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, se ha atrevido a cambiar, le permitieron al tirador conseguir un arma de uso militar, a pesar de que en los últimos años estuvo un par de veces bajo control del Buró Federal de Investigaciones, el FBI.
La otra incógnita es cómo logró causar un número tan elevado de víctimas, más de un centenar entre fallecidos y lesionados, antes de ser abatido por la policía.
Mateen estuvo bajo vigilancia por su vinculación indirecta en un presunto caso de terrorismo, si bien hasta el momento no existen datos de que perteneciera a ningún grupo extremista.
Y esta es otra arista del fenómeno. Recordemos que las bandas jihadistas surgieron y se multiplicaron como gérmenes tras las intervenciones de Estados Unidos y sus aliados en países euroasíaticos y del Oriente Medio. Algunas de ellas, inclusive, fueron creadas por los propios servicios norteamericanos de inteligencia, como Al Qaeda, por ejemplo.
Todavía está en la oscuridad el origen del Estado Islámico, pero hay conciencia de que occidente ha dado largas a su control o eliminación, que pasa por liquidar su poder mediático y financiero, ambos intactos hasta ahora.
En este somero recuento de hechos, no se puede dejar de lado la intolerancia que caracteriza a la población de los Estados Unidos, de manera particular al poderoso sector identificado como blanco, protestante y anglosajón.
Es justamente de allí de donde proviene el apoyo que está teniendo un tipo tan peligroso como Donald Trump en la carrera a la presidencia. Parte de su discurso, recordemos, es la prohibición del ingreso de musulmanes a ese país, así como la promesa de expulsar a los hispanos.
Lamentablemente hay un caldo de cultivo para que ocurran tragedias como la de Orlando, que sorprenden por su crudeza y brutalidad, pero no por su origen.