por Guillermo Alvarado
Medio siglo de ocupación israelí sobre los territorios palestinos han dejado como secuela la violación masiva y constante de los derechos humanos de ese pueblo, pero también significan una erosión constante del ordenamiento jurídico internacional, ante la impunidad de que disfruta el Estado judío para perpetrar sus crímenes.
Así lo expresó la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de Naciones Unidas, la OCHA, en su más reciente informe sobre la situación en los territorios ocupados titulado “Vidas Fragmentadas”, donde recoge las penurias cotidianas de más de 4 millones 800 000 seres humanos sometidos a condiciones indignas.
De acuerdo con David Carden, jefe de la entidad en esa zona, más de 2 millones y medio de palestinos necesitan ayuda humanitaria urgente, de ellos un millón 300 000 que viven en la Franja de Gaza, donde la pobreza es insultante.
En este último lugar la situación se volvió aún más intolerable después del verano de 2014 cuando Israel ejecutó por 51 días la operación Márgen Protector, durante la cual bombardeó indiscriminadamente escuelas, hospitales, viviendas e infraestructura ante la mirada impávida de las potencias occidentales, que asistieron a esta masacre en el más absoluto silencio.
Una de las imágenes más dolorosas de esa escalada violenta, que de manera inopinada fue divulgada por los medios de prensa de occidente, muestra cómo desde una lancha soldados sionistas dispararon contra niños palestinos que jugaban en una playa, abatiendo a algunos de ellos.
Durante esa operación murieron 2 310 palestinos, resultaron heridos 11 000 y unos 100 000 perdieron sus hogares y se convirtieron en refugiados dentro de su propio suelo. Todavía en 2015, período que abarca el informe, la inmensa mayoría de ellos continuaban desplazados.
“Vidas Fragmentadas” también hace mención de seis mil presos en cárceles israelíes, de los cuales más de 400 son niños, y contra quienes en la mayor parte de los casos no existen razones jurídicas suficientes para mantenerlos encerrados.
La devastación judía también se ha cebado contra el territorio. El año pasado fueron arrancados o destruidos más de once mil árboles propiedad de familias palestinas, lo que en un terreno casi desértico significa una tragedia de grandes proporciones.
Como una especie de burla a las tímidas protestas de la comunidad internacional, Israel aceleró este año la destrucción de edificaciones en Cisjordania, y sólo entre enero y abril estas demoliciones sumaron 598, cifra superior a la de todo el 2015.
Cada vivienda destruida, recordemos, significa el envío a la indigencia de por lo menos una familia, en la que hay niños, mujeres y ancianos.
La OCHA reclamó un cambio fundamental en la estrategia internacional hacia Palestina, que sea capaz de poner fin de una vez por todas a una barbarie impropia del siglo XXI.
Este cambio de estrategia jamás existirá mientras Estados Unidos y sus aliados, sobre todo la Unión Europea, insistan en apoyar al régimen sionista y tirar un manto protector sobre sus desmanes, que manchan la conciencia de toda nuestra especie.