por Roberto Morejón
La poderosa Asociación Nacional del Rifle, de Estados Unidos, neutraliza los escollos surgidos en aquella sociedad a su irrefrenable venta de artilugios de muerte, cuya posesión y uso masivo refuerza la violencia.
Estados Unidos tiene las tasas de tenencia de armas más elevadas del mundo, seguido por Yemen, y el mayor número de muertes provocadas por esa causa entre los países ricos.
En ese contexto no constituyen hechos aislados las matanzas indiscriminadas, como la ocurrida el pasado domingo en un club de la ciudad de Orlando.
La Asociación Nacional del Rifle, medios políticos allegados a ella, incluso legisladores, y una parte de la publicidad y del poder mediático contribuyen a calzar la creencia de que poseer armas en el país norteño es ineludible.
Con manipulaciones y tergiversaciones de la historia, cultura y la política, los fabricantes de armas intentan justificar la supuesta necesidad de mantener las entregas de implementos de fuego.
Con el argumento de que su producción garantiza empleos y ganancias de poderosos consorcios, se insiste en contrarrestar los hasta ahora débiles esfuerzos para restringir la posesión de armas por los ciudadanos.
El historiador y defensor de la Asociación Nacional del Rifle Craig Shirley suele afirmar que “es una cuestión de poder, y del poder de un individuo, tomar sus propias decisiones”.
Por supuesto, la decisión más importante para él poder dirigirse sin tropiezos a la armería para adquirir, por ejemplo, 12 pistolas Glock al año, una compra autorizada.
O, si ese es su deseo, llevar a su casa un fusil AR-15, cuyo uso civil fue prohibido desde mil 994 a 2004, pero que ahora es legal en casi todos los Estados, incluido Florida.
Nos referimos al arma utilizada por Omar Mateen, de 29 años, quien asesinó a mansalva a 49 personas e hirió de gravedad a otras 53 congregadas en un lugar de esparcimiento en Orlando.
Pero el criminal no es el único ciudadano atraído por el poderío del AR-15, pues estadísticas indican que civiles compraron, sin licencia especial, más de 1,5 millones de unidades en los últimos cinco años, a un precio de 500 dólares.
Refriegas como la de Orlando incentivan el negocio de las armas porque muchos piensan en la “autodefensa”.
No por casualidad, las acciones en las bolsas de los fabricantes estadounidenses de armas ascendieron marcadamente después de los trágicos sucesos del pasado domingo.
Los que se lanzan a pertrecharse con un implemento letal aducen que mañana sería tarde si se promulgaran leyes drásticas contra la posesión de armas.
Sin embargo, para frenar esa eventualidad trabaja la influyente Asociación Nacional del Rifle.