Por: Lídice Valenzuela
Este martes 21 puede ser muy tenso e intenso para el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), el uruguayo Luis Almagro, quien con una actitud arrogante, muy en consonancia con la derecha regional, libra una especie de guerra particular contra el legítimo gobierno de Venezuela, en la que ya sufrió una derrota hace pocos días.
A solicitud de Venezuela, de continuo agredida por el supuesto representante de los Estados de América Latina, El Caribe y Estados Unidos, ese día se reunirá en Washington el Consejo Permanente Extraordinario del ente para delimitar si fue legítima la actuación de Almagro como secretario general, quien propuso activar contra la nación suramericana la Carta Democrática, y dejar abiertas las puertas para una intervención extranjera.
Asimismo serán escuchados los expresidentes Leonel Fernández de República Dominicana; José Luis Rodríguez Zapatero, de España; y Martín Torrijos, de Panamá, encargados por la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) de darle acompañamiento y encauzar el diálogo nacional con la oposición contrarrevolucionaria, solicitado por el presidente venezolano Nicolás Maduro en República Dominicana. La oposición abandonó el pasado lunes la mesa.
Almagro, exministro de Relaciones Exteriores del gobierno de José Mujica, fue electo en el cargo en la OEA el 18 de marzo de 2015, con el apoyo 33 de los 34 Estados miembros y una abstención, luego de una carrera diplomática destacada, en la que sobresale su estadía durante cinco años como embajador en China y representante de su país en Irán y Alemania.
Para muchos es una sorpresa la irresponsable actitud del abogado y diplomático, nacido en 1963 y padre de siete hijos, con prestigio ganado en el revolucionario Frente Amplio de Uruguay. Sin embargo, pocos meses después de su elección, este individuo devino figura de dudosa ética, puesta en evidencia cuando recibió al gobernador del Estado venezolano de Miranda, y uno de los jefes de la derecha golpista venezolana, Henrique Capriles, el mismo que ahora recorrió varios países suramericanos en busca de gobiernos adeptos a la causa conservadora, con un fracaso rotundo. Su sueño, a pesar de las discrepancias internas de la derecha, es entrar como presidente a Miraflores, luego de dos fracasos en las urnas.
Es decir, que Almagro, opinan analistas, no era lo fiel que se pensaba a las ideas progresistas de Uruguay, e impulsa ahora el plan orquestado por Estados Unidos —la nación de la diplomacia cínica— para desde la OEA remontar el año 1962 cuando por mandato de Washington Cuba fue expulsada de ese organismo —al que jamás volverá, según sus máximos dirigentes, aunque fue invitada a hacerlo. Y si ahora es Venezuela, después seguirían otros.
Tanto el secretario general como los pagadores de su salario pensaron que debido a la delicada situación política y económica venezolana, y envalentonados por el triunfo de los conservadores en Argentina y el juicio político contra la presidenta brasileña Dilma Rousseff, les sería fácil repetir la historia, sin que, al parecer, analizaran que otros son los tiempos y otros los líderes latinoamericanos y caribeños.
Y que aunque ha habido reveses, todavía en la subregión y en El Caribe son mayoría los que impedirían una nueva apropiación colonialista de Washington.
Si los planes proimperialistas de Almagro hubiesen triunfado, con la supresión de Venezuela por la aplicación de la Carta Democrática, la posibilidad de una intervención extranjera militar era plato servido. Solo que la tortilla se viró, Caracas salió victoriosa en la 46 Asamblea General de la OEA, celebrada la semana pasada en Santo Domingo, y convocó al Consejo Permanente para dos días antes de la discusión solicitada por Almagro (el 23) sobre la supuesta ruptura de la institucionalidad en Venezuela.
Luego de tres jornadas de debates en la capital dominicana sobre si fue legítima la actuación de Almagro al entrometerse personalmente en los asuntos internos de un país miembro sin que el gobierno de este lo solicitara y, por el contrario, accediera al reclamo de la derechista Asamblea Nacional venezolana, hubo una declaración para evaluar “el respeto a la institucionalidad y las normativas de la organización”.
En una votación histórica, como la calificara la canciller venezolana Delcy Rodríguez, el texto fue aprobado por 19 votos a favor, 12 en contra, dos ausencias y una abstención.
Para rematar la 46 Asamblea, el secretario de Estado norteamericano John Kerry, en un evidente estudiado retroceso diplomático, se entrevistó con Rodríguez para iniciar lo que catalogó de un nuevo inicio en las relaciones con Venezuela, aunque la mayoría de los especialistas entienden que solo se trata de un movimiento impúdico de los promotores del golpe de Estado en marcha contra Maduro desde el 2013.
La semana que comienza posiblemente sea la más difícil del corto mandato de Almagro quien, a estas alturas, puede ser sustituido o, si tuviera vergüenza, que evidentemente le falta, saliera por la puerta del fondo con la renuncia dejada en un buró, como pidieron varios diplomáticos en República Dominicana.
(Tomado de Cubahora)