por Guillermo Alvarado
Atentados perpetrados esta semana en diversas regiones del mundo dejaron cerca de 80 fallecidos, cientos de heridos y provocaron el caos y la inseguridad, en clara muestra de que los esfuerzos para combatir este fenómeno son insuficientes y los demonios del terrorismo siguen sueltos y atacando a su albedrío a personas inocentes.
La más sangrienta de estas agresiones, aunque no la única, ocurrió en el aeropuerto internacional de la ciudad turca de Estambul, donde tres supuestos miembros del Estado Islámico dispararon sobre el público y las fuerzas de seguridad e hicieron detonar artefactos explosivos que portaban.
Según los más recientes reportes, 43 personas, entre ellas 13 extranjeros, perecieron y al menos 239 sufrieron heridas de diversa magnitud y crecen las preguntas de por qué no se pudo evitar esta matanza cuando informes de inteligencia habían advertido a las autoridades que se preparaba una operación de esta naturaleza.
A pesar de que hay denuncias de que el gobierno turco hace la vista gorda sobre las actividades de esa agrupación terrorista en su territorio, sobre todo con el contrabando del petróleo ilegalmente extraído de Siria e Iraq, no es la primera vez que ese tipo de serpiente muerde su mano.
El año pasado el territorio de Turquía fue blanco de ataques que dejaron más de 200 muertos y en 2016 la ciudad de Estambul ya fue sacudida varias veces, la primera en enero cuando fallecieron 12 turistas alemanes. La escena se repitió en marzo y luego a principios de junio. El turismo, uno de los pilares de la economía turca, se desplomó como consecuencia de estos actos.
Los extremistas también golpearon esta semana en Afganistán, un país totalmente desestabilizado por una invasión militar que encabezó Estados Unidos, paradójicamente con el pretexto de combatir el terrorismo, pero que no hizo sino incrementarlo.
Al menos 27 cadetes de la policía afgana perecieron y otros 40 fueron heridos cuando atacantes suicidas hicieron volar el vehículo donde viajaban.
En Camerún una decena de creyentes musulmanes reunidos después de una oración murieron luego de que un hombre cargado de explosivos se precipitó hacia ellos y los detonó.
En un mundo donde la violencia está llegando a extremos inconcebibles, estos actos debieran ser un llamado de atención a la comunidad internacional para hacer esfuerzos y luchar contra esta plaga pero, por el contrario, el odio y los extremismos parecen crecer y los seres humanos se convierten en demonios, para regocijo de los mercaderes de armas y de muerte.