Por: Roberto Morejón
Estados Unidos utilizó sus peones para convertir la Cumbre de las Américas en una tribuna contra Venezuela y Cuba, por impulsar proyectos de justicia social diferentes al acuñado por Washington, y con ese fin pisoteó los patrones democráticos que dijo defender el foro de Perú.
Si bien el tema central de la octava cumbre en Lima era la corrupción, los organizadores de la OEA y su desacreditado secretario general, Luis Almagro, se confabularon contra Cuba.
El propio capitán del ministerio de colonias insultó a la mayor de las Antillas y trató infructuosamente de darles protagonismo a mercenarios en foros paralelos de la Cumbre.
Almagro NO estaba solo en su furiosa arremetida porque siguió el libreto de la administración estadounidense de Donald Trump.
El magnate inmobiliario delegó la jefatura de la delegación del país norteño en otro halcón, el vicepresidente Mike Pence, a cuyos oídos susurró el senador republicano de borroso origen cubano, Marco Rubio.
Almagro, Pence y Rubio acodaron a una ciudadana cubana pagada por el gobierno estadounidense e instruida por la CIA para presentarse como una “abnegada” opositora, aunque en este país casi nunca está.
Rosa María Payá es la cabecilla de la llamada Red Latinoamericana de Jóvenes por la Democracia, una especie de pantalla de la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, y posee un historial subversivo y provocador.
La contrarrevolucionaria es muy cercana a Rubio y Almagro, según El Nuevo Herald, y se autoacredita como exponente de la sociedad civil cubana que NO la legitima.
NO la reconocen porque carece de asidero, aboga por la intervención estadounidense en Cuba y dedica más tiempo a conspirar en el exterior que a conocer la realidad del país que afirma proteger.
Tanto la ahijada de Rubio y Almagro como ellos mismos fueron denunciados como lanceros del imperio por la valiente delegación cubana a la Cumbre Hemisférica y tuvieron que constatar el fracaso de sus trampas.
De responderle al enviado imperial, el señor Pence y a sus groseras mentiras se encargó el canciller cubano, Bruno Rodríguez, quien denunció el objetivo de Washington de derribar a gobiernos populares.
El enérgico discurso del ministro cubano de Relaciones Exteriores y su firme réplica a los desenfrenos de Pence sellaron la voz de Cuba en una cumbre concebida a la medida de Trump, pero que NO atemorizó a Nuestra América.
Los mercenarios y sus patrocinadores fueron increpados por las maniobras en un foro donde, como explicó el canciller Rodríguez, habría que preguntarse de qué democracia y valores se habló, si de los defendidos por Lincoln, o los enarbolados “por el “antisistema” extremista conservador que gobierna en Estados Unidos”.