Por Paquita Armas Fonseca
Esa maravilla que es el correo electrónico me permitió entrevistar a Mateo Grillé, un colega que vive en Uruguay y nació en 1977 en el Hospital Materno Ramón González Coro, en el corazón del Vedado habanero.
Hijo de un revolucionario uruguayo, exiliado en Cuba, vivió en nuestro país durante los primeros años de su infancia. Esa es una parte de su vida que desembocó un día en un encuentro con otro colega y coterráneo, Víctor Hugo Morales, y andando el tiempo juntos escribieron Mentir a diario: Despidos, estafa mediática y entrega del país en la Argentina neoliberal de Mauricio Macri.
Víctor Hugo Morales en contrapunteo con Mateo Grille, libro al que los lectores cubanos tendrán acceso en los Joven club, mediante el programa televisivo La pupila asombrada.
Claro, para que los interesados puedan descargar en PDF ese formidable texto, primero tuvieron que estar de acuerdo Victor Hugo y Mateo, más Aurelio Narvaja el dueño de Ediciones Colihue, sello que publicó el volumen, trío que, en un gesto solidario más de su parte, accede a esa edición digital que quizás pueda ser impresa también.
Por lo pronto, aquí está mi larga conversación con Mateo:
¿Qué circunstancias hicieron que nacieras en Cuba?
Durante la década del 70 mis padres eran, como miles de latinoamericanos, perseguidos políticos en sus respectivos países. El Plan Cóndor estaba en pleno apogeo en América Latina y Uruguay no era la excepción. La dictadura militar perseguía, encarcelaba, torturaba y asesinaba o desaparecía a quienes trabajaban contra ella.
Es en este marco que mis padres son perseguidos pues ambos eran integrantes del Partido Comunista del Uruguay. Mi padre cayó preso en febrero de 1976 y se escapó de la cárcel algunos meses después. Junto a mi madre y mis dos hermanos mayores se refugiaron en la embajada de Venezuela en el Uruguay y fueron testigos del secuestro y posterior desaparición de la maestra Elena Quinteros, hecho bastante conocido que determinó, entre otras cosas, que Uruguay y Venezuela rompieran relaciones diplomáticas.
La primera patria del exilio, por llamarlo de alguna manera, fue Venezuela. Pero semanas después el Partido resolvió que fueran a Cuba y días después efectivamente llegaron a Cuba, que recibía muchos patriotas latinoamericanos en iguales condiciones de persecución en sus respectivos países.
En abril de 1977 nací yo, en el Hospital Materno Ramón González Coro. Después de mi vendrían otros dos hermanos cubanos, jimaguas ellos, que nacieron en 1979, totalizando una nada despreciable troupe de cinco varones, de dos patrias y un mismo continente.
¿Te asaltan recuerdos de tu barrio cubano? ¿Dónde vivías?
Mira, tengo muchos recuerdos y ciertamente muy desordenados. Es algo que le pasa a muchos compañeros que nacieron en esos años y que tuvieron que “despatriarse”, por llamarlo de alguna manera. Yo viví siete años en Cuba, fui al círculo infantil, tenía amigos, andaba el barrio, conocía a los vecinos y estaba absolutamente integrado a ese mundo, que era el mío.
Mis hermanos también vivían lo mismo, los más grandes y los más pequeños. Creo, como dijo Rilke, que la verdadera patria del hombre es su infancia. Y en ese sentido me siento un cubano más. La Cuba de aquellos años era el paraíso para cualquier niño, cosa que uno viene a descubrir un poco a los tumbos cuando se enfrenta al desafío de vivir en otro pueblo, como el Uruguay post dictadura, donde los niños no nacían para ser felices, como quería Martí, sino a pesar de ese mandato.
Recuerdos tengo muchos, pues, y los más profundos están teñidos de fuertes contrastes con distintas vivencias en dos realidades bien diferentes. Recuerdo la alegría de los niños cubanos jugando en las calles y la desconfianza de los padres de los niños uruguayos cuando jugaban con nosotros; recuerdo las prácticas de lectura en la escuela con el diario hablando de las negociaciones para realizar la Cumbre de los Países No Alineados en Nueva Delhi y la ausencia absoluta de cualquier problemática social en las lecturas escolares uruguayas.
Recuerdo las múltiples casas amigas de la infancia, las varias tías, los padres ausentes de mis compañeros de escuela porque habían ido a enfrentar la invasión yankee a Granada; recuerdo el Reparto Eléctrico, Alamar, el Reparto Embil, los vecinos chilenos y los argentinos, las visitas esporádicas de mi padre que no debían preocuparnos mucho porque al fin y al cabo la revolución solo exigía tiempo y ya nos veríamos con mayor asiduidad una vez que ganáramos, si es que ganábamos.
Recuerdo bajar del avión cantando por el comandante Carlos Fonseca, “vaya gran vencedor de la muerte, héroe de la patria roja y negra, Nicaragua entera te dice presente”; recuerdo cantar que somos la brigada Conrado Benítez, somos la vanguardia de la revolución. En fin, tengo recuerdos muy vivos a pesar de que han pasado ya treinta años.
¿Por qué el periodismo? ¿Estudiaste esa carrera u otra afín para luego “dar el salto” al oficio de amasar palabras?
No estudié periodismo y realmente nunca me propuse ser periodista. En realidad yo quería ser médico, porque mis padres son médicos, mi abuelo fue médico y de alguna manera ese mandato estaba presente. Cuando iba a ingresar al pre universitario y siendo muy joven resolví que quería volver a Cuba y estudiar medicina allí.
Mi casa era suficientemente libre y amplia como para que un muchacho de 16 años se planteara ese tipo de objetivos y nadie se sorprendiera mucho. Efectivamente volví y en Cuba me anotaron en un preuniversitario en Guira de Melena, de aquellos donde se estudiaba y trabajaba en el campo y se volvía a La Habana algún fin de semana.
Pero no me adapté, era muy joven, comenzaba a construir una vida, de nuevo, pero en Uruguay y volví antes de lo esperado. Terminé la secundaria tarde pero ya la medicina no me parecía tan buena elección. Quise ser sociólogo, politólogo y antropólogo, pero no pude avanzar en ninguna carrera porque necesitaba trabajar, había tenido una hija muy joven y estudiar y trabajar no son tareas compatibles en Uruguay, al menos si uno quiere cumplir los objetivos en los tiempos previstos.
Entonces me fui decantando por este oficio, porque de alguna manera podía mezclar dos cosas con las cuales convivía: la necesidad de procurar el sustento y las preocupaciones políticas y sociales que tenía y sigo teniendo.
Eres el Editor de Caras y caretas S.A ¿me dices de qué va esa editora?
Caras y Caretas es la única revista semanal, de tiraje nacional, que existe en el Uruguay. Tiene una definición editorial absolutamente consustanciada con los intereses nacionales y populares. Tenemos quince años recién cumplidos, nacimos en medio de la debacle económica de los países del Cono Sur, que extenuados de seguir las recetas neoliberales nos dejaron al borde la extremaunción.
Desde ese momento hemos sido testigos de la recomposición de nuestros países gracias al esfuerzo popular que colocó en los cargos ejecutivos a partidos y sectores políticos de izquierda. De cuánto se ha hecho y cuántos debates son necesarios aún en esta larga marcha por la independencia van nuestras miradas. A veces hemos sido profundos en nuestros análisis y a veces no.
A veces hemos sabido tener miradas inteligentes y a veces no. Siempre, en cualquier caso, hemos tratado de ser honestos con lo que pensamos. Somos un medio plural, diverso, respetuoso del disenso pero con una opinión editorial firme y clara. Y creo que hemos conseguido el cariño popular que nos permite, aun en un contexto de muchísimas dificultades económicas para la prensa de izquierda, seguir vivos. Si no fuera por ese apoyo, explicar esta publicación es imposible.
¿Desde cuándo conoces a Victor Hugo? ¿Cómo empezó tu intercambio vía mail con tu coterráneo?
Personalmente lo conozco desde hace unos tres o cuatro años. Obviamente sabía de su existencia muchos años antes pero no se dio la oportunidad de conocerlo sino hasta ese momento. Las circunstancias que posibilitaron esta relación nacieron con un libro contra Víctor Hugo que se ´publicó, yo creo que por encargo, en Uruguay.
Esa publicación estaba tan claramente alineada con los detractores de Víctor Hugo en la Argentina, que eran y son básicamente los grupos concentrados de poder, y planteaba tanta basura, que nos pareció importante confrontar los mensajes del libro en la revista.
Y sé que Víctor quedó muy agradecido por ese gesto y a partir de allí se naturalizó una relación amistosa. Lo entrevisté varias veces para la revista y para la radio, e incluso lo fui a ver a Río de Janeiro, mientras se disputaba el Mundial de 2014, porque me pareció interesante entrevistarlo junto a Diego Maradona por el programa De Zurda, que me parecía una muy buena apuesta para disputarle terreno mediático a las coberturas deportivas más bien zonzas que nos proponen desde los centros de poder.
Con el tiempo fuimos descubriendo que teníamos miradas comunes sobre muchos de los fenómenos que nos tocaba vivir en nuestros pueblos del sur. Y así, como quien no quiere la cosa, se fue fortaleciendo esta relación.
¿Me cuentas tú como nació Mentir a diario: Despidos, estafa mediática y entrega del país en la Argentina neoliberal de Mauricio Macri. Victor Hugo Morales en contrapunteo con Mateo Grille? (*)
Un buen día de noviembre del año 2015 recibí asombrado un correo donde me preguntaba si me gustaría intercambiar miradas sobre las realidades de nuestra América, en momentos en que comenzaba a observarse un freno, o cierto retroceso en algunos de los procesos políticos del continente.
Recién habían pasado las elecciones legislativas venezolanas donde el PSUV perdía posiciones frente a la oposición y había pasado la primera vuelta electoral en Argentina que , aunque había determinado la victoria del candidato del Frente Para la Victoria, lo había hecho por una diferencia menor a la esperada frente al candidato de la derecha Mauricio Macri.
La idea inicial era probar si podíamos establecer cierto diálogo que podía traducirse en un libro, quizás, o en artículos periodísticos que podían ser publicados en Caras y Caretas. Finalmente resultó un libro que aunque tiene una mirada sobre Latinoamérica, está teñido fundamentalmente de comentarios que fueron surgiendo como respuesta a las políticas regresivas que Macri le impuso a su gestión.
¿Por qué te interesa ese tema?
Porque Argentina representa por estos días la vuelta de lo peor del neoliberalismo a nuestras tierras. Esa vuelta está apoyada en un trabajo sucio y sostenido que llevan adelante diariamente los brazos propagandísticos del neoliberalismo que son los medios de comunicación masiva. Coaligados, además, con sectores del Poder Judicial que tampoco quieren perder privilegios y que defienden, como el cuchillo, sólo a quien los maneja, que son, vale repetirlo, las clases sociales dominantes.
Una de las cosas que se plantean en el libro es que el progresismo en sus diversas variantes fue inocente respecto al enemigo a enfrentar. Lo planteo yo directamente. Creyó que solamente con justas acciones inclinaría la balanza a su favor y olvidó, humildemente lo digo, que en esta lucha de intereses los sectores acomodados no van a dudar nunca en que su destino es aplastarte.
Y lo van a hacer por las buenas o por las malas y ejemplos sobran en el mundo. Y olvidó, creo, que su base de apoyo no es la paz de los diarios ni las palmadas de los satisfechos, sino los condenados de la tierra.
¿Hay posibilidades de seguir avanzando si no se combate frontalmente el poder de los medios de comunicación? Yo creo que no. ¿Hay posibilidades de avanzar sin reformar la Constitución a favor de las mayorías? Creo que no. Y creo que la izquierda, al menos la uruguaya que es la que más conozco, debe proponerse confrontar con esos poderes, porque sino va camino a la derrota.
Y no debe actuar temerosa por qué cosa dirán respecto a su pasión democrática, porque nada bueno dirán. Y eso será la demostración de que se va por buen camino. Ahora, si tenemos miedo, si tratamos de acomodar el cuerpo para que los medios no nos rechacen, entonces nos ganaron la batalla.
Para dar todas estas batallas que yo juzgo fundamentales hay que hacer política y hay que educar políticamente al pueblo, o a “la gente” como se dice ahora en estas tierras. Si olvidamos eso, si no reconocemos que para educar políticamente a un pueblo hay que confrontar con algo, entonces estamos perdidos.
¿Te gustaría que el público cubano accediera a ese libro u otra obra tuya?
Me encantaría. En realidad sería uno de los honores más grandes que pudiera tener.
¿En qué proyecto (o proyectos) trabajas actualmente?
Hoy estoy dedicado a la revista casi todas las horas del día.
(*)Entrevista a VHM http://cubasi.cu/cubasi-noticias-cuba-mundo-ultima-hora/item/53850-entrevista-con-victor-hugo-morales-los-pobres-no-tienen-voz
(Tomado de Cubasí)