por Arnaldo Musa
Igual cuando hace varios años colegas ecuatorianos confiaban me que no podían exteriorizar sus simpatías por el presidente Rafael Correa, so pena de ser despedidos, marinos y oficiales de baja graduación son amenazados y hasta golpeados y expulsados de la Armada hoy día por igual motivo.
No importa que exista una Ley de Comunicación Social, que el mandatario tome medidas para evitar la propagación de infundios y que incluso haya destituido hace algunos meses a la cúpula militar y repetido recientemente el hecho con la cabeza principal de la Armada, porque aumenta la confabulación acerca de la falsa violación de los derechos humanos, ignorando los beneficios sociales y el incremento de la calidad de vida del pueblo, aún en situaciones de desastres, como lo está actualmente.
Hoy hay por lo menos ocho oficiales de alta graduación que serán sometidos a juicio, acusados por Correa de poner en peligro la seguridad del país y de desproteger los derechos constitucionales, a lo que pudiéramos añadir que algunos de ellos podrían ser acusados de corrupción, por haberse apropiado durante años de privilegios que ahora les fueron justamente quitados.
En este contexto, la Armada, mejor dicho, su oficialidad, ha descollado por haber llevado un nivel de vida muy alto, por lo cual se resintió y hasta utilizó lenguaje soez y ofensivo, cuando Correa la llamó al orden.
No sería pensar a la ligera si nos refiriéramos a los nexos de este grupo con la Armada chilena, que fueron muy estrechos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
NEOLIBERALISMO MANDA
Por supuesto, esto no solo sucede en Ecuador, sino que tiene ribetes aún más amplios en Venezuela y Bolivia, luego del avance de la reacción en Argentina y Brasil.
Macri, Temer y otros adalides neoliberales siguen las lecciones de su principal mentor, James Bovard, de la derechista organización Competitive Enterprise Institute.
Bovard dice que el problema más grande que enfrentan los países en desarrollo y algunos desarrollados es que los gobiernos tienen demasiado poder sobre sus ciudadanos, pero estos a que se refiere no son los que viven en la favelas de Sao Paulo, ni los indígenas amenazados por el llamado progreso, sino los empresarios y magnates cuyas vastas ganancias fueron un tanto reducidas por regulaciones gubernamentales, muchas de ellas instituidas para atenuar el caos social y ecológico causado por el capitalismo.
Y es porque la ideología neoliberal no ve nada malo cuando las empresas se entremeten en el funcionamiento del Estado y entorpecen los procesos tendientes a la democratización.
La influencia neoliberal se ejerce a "billetazo limpio", como cuando las corporaciones dan dinero a las campañas electorales en EE.UU. Para los cabilderos e intermediarios, el soborno legalizado no tiene nada de malo. Pero los hechos dicen lo contrario.
SE REPITE
Un ejemplo de hace unos años, pero que se repite en el presente, con otros nombres, muestra como la compañía ARCO dio una suma millonaria a candidatos del Partido Republicano, y éstos devolvieron el favor insertando en la Ley Federal de Aire Limpio una cláusula que favorece a una gasolina reformulada por la entidad. Además, cuando Bush fue presidente, hizo posible que ARCO fuera el segundo exportador del petróleo crudo de Alaska.
Asimismo, la Dupont gastó millones en un referendo estatal para derrotar al proyecto conocido como Big Green, que proponía medidas concretas para combatir la contaminación.
Conocidas son las historias de compañías que arrasan con la selva y los recursos de la Amazonia, como la Chevron en Ecuador, u otros ecosistemas de Sudamérica, África y Asia; así como se sabe de los escándalos por corrupción en altas esferas de países tercermundistas, en los que (no por casualidad) están envueltas compañías transnacionales.
Por eso, desde el principio, y sobre este particular, habría que hablar de golpes de Estado, espionaje, intromisión en los asuntos internos, evasión de impuestos, sospechosos vínculos con inauditas guerras y otras irregularidades.
No por gusto, una de las últimas aspiraciones de la avanzada neoliberal es que el Tercer Mundo entero se llene de maquiladoras: cero intervención del Estado nacional, cero derechos de los trabajadores.
Como expresó el colega Habana Radio, la última ironía de la historia sería que algún día el mundo se divida en transnacionales, no en países. Ese, sin dudas, es el sueño de teóricos, políticos y magnates afiliados al fin de la historia que proclama el término de las soberanías y de las culturas en aras de una homogenización provechosa para ellos, fatal para los pueblos.
Lamentablemente, ese sueño se está realizando con la ampliación de la conspiración imperialista no solo contra el pueblo ecuatoriano, sino también contra otros sudamericanos, por lo cual hay que repetir por millonésima y enésima vez que se requiere de una unidad y cohesión, tal como la Comunidad de Estados de América Latina y el Caribe la concibe y que proteja a la amenazada integridad de MERCOSUR y UNASUR.
(Cubasi )