Salomé Alemán Carriazo siente el orgullo de ser la primera mujer en Cuba con el título de maestra ronera.
Aunque capitalina, desde 1988 trabaja en la fábrica de ron en Santa Cruz del Norte, de esta provincia. Aquí llegó en 1988 para cumplir el servicio social al graduarse como ingeniera química en la Cujae y quedó enamorada del trabajo.
Corría el 2010 cuando la administración le propuso iniciar el proceso que la convertiría, primero, en aspirante a maestra.
La selección se hace entre especialistas que laboran en ramas afines a la producción, observando en ellos su desempeño, disciplina, conocimientos de la actividad y dedicación a la tarea, entre otros parámetros.
Esto va más allá de un amplio currículo universitario, enfatiza Salomé, «se inicia un amplio programa de preparación que tiene en cuenta la formación personal del aspirante, vínculo anterior con el proceso productivo y su condición de tecnólogo».
«El maestro ronero es entonces un especialista graduado de nivel superior con habilidades y conocimientos técnicos que le permitan realizar análisis, evaluar resultados, siempre en busca del desarrollo profesional y colectivo», reconoce.
«Nada de individualidades, son decisiones colectivas que incluso se toman con vista al futuro. El ron es representante de la cultura cubana, de nuestras tradiciones y preservar su prestigio ante el mundo corresponde a todos los que participamos en su elaboración», opina Salomé.
Hay que tener en cuenta el proceso de transformaciones que ha vivido el ron ligero cubano desde sus orígenes en Santiago de Cuba en 1862 y continuar mejorando su calidad, opina.
A Salomé es difícil localizarla en la fábrica. Lo mismo está en el laboratorio que recorriendo las bodegas de añejamiento donde permanencen los barriles de bases que se crean con ese objetivo. Sabe de la responsabilidad que tiene en sus manos luego de alcanzar la categoría de maestra ronera luego de seis años de aspirante.
«El modo en que se asume depende de la madurez individual lograda por cada persona. Las cubanas sabemos cómo organizarnos bien para llevar el trabajo y la casa», reconoce.
«En la actualidad hay cuatro mujeres aspirando a esta condición, y estoy segura que lograrán su propósito. Nuestras relaciones con los maestros se caracterizan por el respeto mutuo y el intercambio franco de conocimientos. No existe ningún tipo de frontera entre nosotros», detalla.
Con tres décadas dedicadas al sector, Salomé ahora está inmersa con otros profesionales en el rescate de algunas líneas de ron tradicionales de la fábrica santacruceña.
Confiesa que aunque no es bebedora, disfruta tomar un extra añejo, todo un placer al paladar.
Tomado de Granma