por Arnaldo Musa
Hoy Eduardo Cunha se revuelve en su traición, amenaza con delatar a quienes, como él, nadan en la corruptela, en un episodio que me ha hecho recordar a aquel encuentro de fútbol donde el director de un equipo local envió al terreno a un jugador con la única encomienda de hacer salir del juego a la principal figura del once visitante, cuestión que logró en una acción sin balón, partiéndole el Talón de Aquiles a Vicente Santiago (cuyo nombre lleva el terreno de fútbol jatiboniquense), lesión que le sacaría por vida del deporte y derivó en una mortal leucemia.
No importó que el agresor fuera expulsado, porque logró su objetivo, como tampoco quita el sueño a la reacción por el grave daño que causó y sus consecuencias en Brasil, ni pagar mal al correveididle de la infamia en el caso del destituido presidente de la Cámara de Diputados.
Los preparativos del llamado golpe blando o suave contra Dllma tomaron cuerpo, cuando Cunha comenzó a ejercer chantaje para que no se le investigara por manejos corruptos en Petrobras y su posesión de fondos ilícitos en bancos suizos.
La crisis mundial había hecho desaparecer los avances económicos y fue entonces que fundaciones de extrema derecha norteamericanas comenzaron a presionar para que no se aumentaran impuestos a quienes más tienen, con el fin de mantener los programas sociales que por tantos años han protegido a quienes menos tienen en Brasil, gracias a los gobiernos del Partido de los Trabajadores.
Para que se rompiera el denominado orden democrático se contó con el abandono, también en la línea de la traición de la mayoría de los partidos de la coalición oficial, dejando en minoría al PT en ambos cuerpos legislativos.
Todo siguió el guión trazado por el Imperio en los últimos años: golpe constitucional y derrocamiento parlamentario, todo en cámara lenta, en un proceso que ya tenía un resultado de antemano, aunque en el caso de Rousseff no pudo ser completado con la prohibición de acceder a cargos públicos.
Se cumplía el primer paso concreto del programa imperialista con la invibialización del gobierno de Rousseff en el Congreso para llevar al 'impeachment', y ahora se prosigue con el intento de descalificar al PT y dejar a sus líderes fuera de juego, y desmontar y revertir todos los avances sociales, económicos y políticos.
Por lo pronto, otro de los que traicionaron a Rousseff, su sustituto hasta el 2018, el vicepresidente Temer, ya ha puesto el acelerador en la política neoliberal, dejando a la libre adquisición privada de importantes líneas de producción en el petróleo, el transporte y las comunicaciones entre otros importantes rubros que todo Estado debería controlar.
Ahora quieren completar el trabajo iniciado en el ciclo de gobierno del Partido de la Social Democracia de Brasil (PSDB) en los años 90, con la destrucción del Estado, la regresión en los derechos democráticos y la sustitución de estos por servicios de pago accesibles a quien pueda comprarlos.
Ni Cunha y Temer, ni otros elementos corruptos legislativos estuvieron solos en una tarea que ya había sido fraguada en diversas esferas y que el imperialismo manejó también –y es bueno recordarlo- a través de las redes sociales, reclutando a movimientos y jóvenes líderes entrenados y financiados por fundaciones de extrema derecha de EE.UU., quienes serían los nuevos brazos privados de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) y el Departamento de Estado.
Todo estaba tan bien elucubrado, amparado por el control mediático tergiversador, que fueron vanos los intentos progresistas para que las universidades y organizaciones sociales volvieran a convertirse en una trinchera vigilante para impedir el derrumbe del gobierno.
El periodista Joaquim Palñares se refirió a que se estaba cumpliendo con el programa desarrollado por el politólogo estadounidense Gene Sharp a finales del siglo XX y que, en el caso de Brasil, “pretende la ruptura del orden democrático”, en línea con todos los “intentos ensayados por la derecha latinoamericana en los últimos años”.
La acción contra Dilma y todos sus proyectos sociales se produjo a solo nueve meses de su segundo mandato, al que accedió con la aquiescencia de mas de 54 millones de brasileños, pese a la orquestada propaganda adversa, muy virulenta y calumniosa, que contó con la complicidad de los más importantes y adinerados órganos de comunicación.
Ya muchas cosas se han dicho al respecto, pero hay una que hay que recalcar: no solo estaba en juego la eliminación de un gobierno antineoliberal que le representaba un estorbo en la reconquista de eta región, sino que para Estados Unidos era indispensable colocar otra figura en el Palacio de Planalto y comenzar a prescindir de la presencia de China y Rusia en esta área de 600 millones de habitantes.
Por lo tanto, la mandataria representaba un peligro, y el gobierno norteño arremetió exitosamente contra lo que podía interrumpir su estrategia de reconquistar la región donde todavía existen gobiernos de izquierda y progresistas.
(CubaSí)