Por Gustavo Espinoza M.
Suele decirse que no hay plazo, que no se cumpla. Y sí. Las elecciones en los Estados Unidos serán inexorablemente el próximo 4 de noviembre. Y el 20 de enero del 2017, quien logre la elección en ese país, asumirá la jefatura del Gobierno, pero el bloqueo yanqui contra Cuba permanecerá inmutable.
Así lo decidió recientemente Barack Obama, el actual Presidente USA quien renovó, el pasado 13 de septiembre la llamada “Ley de Comercio con el Enemigo”, un viejo estatuto que data de 1917, y cuyo propósito más definido hoy, es mantener intacto el bloqueo yanqui contra Cuba. De ese modo, la acción imperialista mantendrá su vigor, por lo menos, doce meses más, hasta septiembre del próximo año.
Al disponer tal medida, la Casa Blanca argumentó que ella se basa “en el interés nacional” de los Estados Unidos, aunque -en estricta verdad- debió reconocer, simplemente, que refrendó la práctica de los últimos 10 mandatarios norteamericanos que desde hace más de cinco décadas ven en Cuba su más encarnizado enemigo, y que fuera impuesto por John F. Kennedy en 1962.
Es claro que, con su disposición, Obama borra de un plumazo lo que había proclamado, incluso en La Habana: hacer todo para mejorar los vínculos entre los pueblos y los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. Por el contrario, al persistir en la acción que busca “castigar” a Cuba, no hace sino deteriorar los lazos entre ambos Estados, y perjudica malamente a once millones de cubanos, víctimas de la más cruel de las medidas que conoce la historia.
Porque es bueno que se recuerde que jamás en la historia humana se ha conocido el caso de un gobierno que haya mantenido, sobre otro Estado, un bloqueo que perdure en el tiempo, más que éste. Eso no ha ocurrido ni siquiera en tiempos inmemoriales, en las guerras entre las poblaciones más antiguas del planeta.
Uno de los más pérfidos bloqueos que se recuerda en la historia de nuestro tiempo, ocurrió entre 1941 y 1944. Duró casi tres años, y más de 900 días. Y fue ejecutado por el ejército alemán contra la ciudad de Leningrado, en la antigua Unión Soviética, dando lugar a una de las epopeyas más grandiosas: la resistencia de un pueblo heroico que supo sobreponerse a la adversidad y sobrevivir en las condiciones más difíciles.
Aún así, la hazaña costó a esa ciudad un millón doscientas mil personas, de total de 25 millones, que fue la ofrenda global que entregó la URSS al mundo para salvarlo de las garras del nazi-fascismo. Objetivamente, en el caso de la antigua Leningrado, los generales nazis se quedaron con las tarjetas de invitación hechas para celebrar la toma de la ciudad el 7 de noviembre de 1944. Desde el lado de los sitiados no se oyó nunca la palabra rendirse.
En Cuba, es difícil precisar lo que ha costado el bloqueo imperialista impuesto desde 1961. Más de tres millones de cubanos han muerto, víctimas de acciones derivadas del bloqueo: Problemas alimenticios, ausencia de medicamentos, carencias concretas para el tratamiento de salud, conflictos familiares derivados de las dificultades materiales; y muchos otros constituyen una suerte de “legado” que afecta aún a la Patria de Martí.
Oficialmente Cuba sostiene que el bloqueo a la Mayor de las Antillas, genera un impacto de 90 mil millones de dólares, incluyendo la pérdida de ganancias por exportaciones, los mayores costes de importaciones, las limitaciones en el crecimiento de la economía, y los daños sociales.
La Comisión de Comercio Internacional de Estados Unidos estima por su parte, que las pérdidas en exportaciones estadounidenses suponen 1,200 millones de dólares anuales.
Más allá de las cifras, realmente afecta a Cuba y a todos los países que podrían comerciar libremente con la isla, incluyendo a los propios Estados Unidos. Pero eso, tampoco le importa al Imperio.
Y es que la inaudita medida involucra ingresos dejados de percibir por exportaciones y servicios; pérdidas por reubicación geográfica del comercio; tecnología; servicios a la población; afectaciones monetarias y financieras y otros rubros de no menor trascendencia.
Es claro que al gobierno de los Estados Unidos no le preocupa que este “embargo” -como se le llama cuando se quiere disminuir su incidencia- afecte a la población cubana. No ha actuado nunca en función de los intereses de la misma. Lo único que le ha importado, es que incida en el ánimo ciudadano, con la idea que, .en una circunstancia de desesperación no controlada, ésta actúe contra su gobierno y su Revolución.
Como en el Leningrado de los años 40 del siglo pasado, eso no ha ocurrido en Cuba, ni sucederá jamás.
Hasta en 23 ocasiones la Asamblea General de Naciones Unidas ha condenado al bloqueo considerándolo un virtual genocidio. En la última ocasión -octubre del 2015- la consulta arrojó un resultado extremo: El gobierno de Obama se quedó virtualmente solo. Ni siquiera las Islas Palao, o la Micronesia, que apenas existen como bases militares yanquis en el océano, se atrevieron a respaldar la acción.
El bloque forma parte -y es consustancial- a la política yanqui contra Cuba, que se extiende a todas las áreas.
No hay que olvidar, por ejemplo, la denominada “Acta para la Democracia en Cuba”, alentada y promovida por el representante Demócrata de New Jersey Roberto Torricelli. Como lo recuerda Stephen Kimber, “la legislación estaba diseñada para endurecer el bloqueo, al prohibir que las subsidiarias estadounidenses en el exterior comerciaran con la isla, o que declararan deducciones de impuestos sobre los gastos relacionados con ese comercio, incluso”
Tampoco, olvidar la ofensiva terrorista desatada contra Cuba con apoyo directo e indirecto de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos. Los diversos grupos que trabajaron en esa tarea –como Alfa 66, la Brigada 2506, la llamada “Asociación de Veteranos de Bahía de Cochinos, los “hermanos al Rescate”, y otros núcleos operativos del mismo corte- desplegaron acciones financiadas por Washington con la idea de derribar al gobierno de Cuba y restaurar el dominio de las Mafias, que imperaba en el pasado.
Cada uno de los líderes terroristas -Orlando Bosch, Luis Posada Carriles, Guillermo Novo, Jorge Mas Canosa, los principales- amasaron ingentes fortunas en sucesivas campañas destinadas a “recaudar fondos” para la “guerra contra Castro” y, si bien es verdad que gastaron millones de dólares para ese propósito, también es cierto que se apoderaron de otros y vivieron -algunos de ellos aún viven- ostentosamente, en medio de un descomunal boato.
La lucha contra el bloqueo a Cuba no corresponde ahora, sólo a Cuba. Es deber de todos sumarse a ella. El sábado 17 de septiembre, a partir de las 9 de la mañana, en todo el mundo tendrá lugar un Twuitazo destinado a despertar a los pueblos; y las acciones seguirán todo septiembre. Luego vendrá la votación en Naciones Unidas, que será una nueva victoria de Cuba, pero la campaña se prolongará en el tiempo hasta lograr dos propósitos: el fin del bloqueo, y la devolución del territorio de Guantánamo ilegalmente ocupado por los Estados Unidos.
La solidaridad con Cuba vuelve a ponerse a la orden del día.