por Jorge Gómez Barata
Algunos abogados opinan que acusar a Arabia Saudita por los atentados a las Torres Gemelas de Nueva York parece una misión imposible.
Habría que encontrar los motivos. El estado saudita no los tenía, los autores materiales se inmolaron, las armas homicidas fueron destruidas, las escenas de los hechos son irreconocibles. Los testigos nada pueden aportar y Osama bin Laden está definitivamente muerto.
Lo cierto es que el veto impuesto por Obama y rechazado por el Congreso, alimentará las especulaciones de autores y comentaristas, que aseguran contar con evidencias teóricas y técnicas probatorias de que el derribo de las estructuras del World Trade Center, no se debieron solo al impacto de las aeronaves y que el ataque al Pentágono no fue realizado por un avión.
Dando por bueno el veredicto de la Comisión Investigadora de aquellos hechos, que no encontró relación entre los terroristas y cualquier gobierno, el presidente de los Estados Unidos vetó una ley que hubiera permitido a ciudadanos americanos demandar al gobierno de Arabia Saudita por hechos en los cuales estuvieron involucrados 19 individuos, 15 de ellos saudíes.
Según sus propias palabras, Barack Obama “teme a las represalias”. El Congreso mostró más músculos y vetó la decisión presidencial.
Obviamente, Estados Unidos no teme al poderío militar ni a la influencia política de Arabia Saudita, tampoco a un bloqueo petrolero ni a que la monarquía wahabita lance al mercado sus 750 000 millones de dólares o liquide un billón en bonos y activos. Nada de eso le quita el sueño al imperio. Barack Obama lo dijo: “Mi preocupación no tiene nada que ver con Arabia Saudita…”
¿Qué preocupa entonces a Barack Obama? Por qué exponerse a otra confrontación con el Congreso, desairar a los neoyorquinos y sentar el precedente de maniatar al estamento judicial, arriesgándose a, por razones políticas, conveniencias diplomáticas y retruécanos jurídicos, dejar impune un presunto crimen de esa magnitud.
Tal vez Barack Obama conoce algo que los demás ignoramos. Los dólares de Arabia Saudita que no son suficientes para atemorizar a la Reserva Federal ni a la Tesorería Norteamericana, sobran para liderar una incómoda investigación independiente.
Muchos no saben y no hay documento alguno al respecto, de la relación y los compromisos de Estados Unidos con Arabia Saudita que datan de la II Guerra Mundial, fueron suscritos por Franklin D. Roosevelt quien, a pesar de su condición física, exponiéndose a enormes peligros, viajó hasta Riad. Lo acordado entonces, no consta en documento alguno y constituyen uno de los secretos mejor guardados del estado norteamericano.
Por otra parte, Estados Unidos que, haciendo valer su fuerza militar, poderío económico e influencia política, no se somete a ninguna instancia judicial internacional, ni siquiera a la Corte Internacional de Justicia de la ONU ni al Tribunal Penal Internacional y ha impuesto acuerdos de inmunidad para su estado y sus ciudadanos a más de 100 países, no debería temer a represalias jurídicas como las invocadas por Obama. La batalla política y judicial, recién comienza. Allá nos vemos.
Tomado del diario mexicano ¡Por Esto!