Por Graziella Pogolotti
Por la punta del caimán, la violencia de la naturaleza pasó despaciosamente. Como si una voluntad autónoma la impulsara a la destrucción sistemática de la obra humana, construcciones, caminos, y plantaciones de café, cacao y coco.
Interrumpidas las comunicaciones, el país entero permanecía pendiente de las noticias. En el dolor compartido se junta el pueblo, renacen los valores adormecidos y se fortalece el espíritu solidario.
Hay un factor azaroso en el modo de nombrar los ciclones. Flora hubiera podido evocar un homenaje a la fecundidad de la naturaleza. Su terrible capacidad destructiva borró para siempre el nombre de la lista con el propósito de conjurar el llamado del horror.
El nombre de Mateo me hizo recordar las fachadas de las iglesias románicas. En ellas, los cuatro evangelistas del Nuevo Testamento cristiano aparecían representados mediante las imágenes que los simbolizan.
Ángel u hombre, Mateo no tenía figura de animal. Su testimonio bíblico acentúa los rasgos humanos de la vida de Cristo. El narrador no fue un hombre perfecto. Comerciante y tramposo, apegado al dinero, el llamado de las ideas y la práctica cotidiana lo han transformado.
Para nosotros, la enseñanza fundamental de Mateo consiste en hacer cotidiano lo excepcional. Dirigir implica, en cualquier circunstancia, prever, informar, organizar y compartir con quienes afrontan el drama de la tempestad, del peligro, del derrumbe de los bienes propios y de todo aquello construido durante generaciones.
En situaciones de desastre, lo material y lo espiritual se funden en una misma realidad. La furia huracanada (nos lo ha enseñado la vida) provocará daños en los hogares y en la infraestructura eléctrica, de las comunicaciones y el transporte.
Por ese motivo, como ocurrió en esta ocasión, hay que hacerse cargo a la vez del antes y el después. Asegurar refugios y abastecimientos abrevia las amenazas del ahora mismo. Situar a tiempo los medios para intervenir la reparación de los daños es también una exigencia del ahora mismo.
Como se pudo, tratando de penetrar las zonas de silencio, la información llegó eficaz en palabras e imágenes. Los periodistas mostraron la realidad en toda su dureza. Monda y lironda, despojada de maquillaje, la verdad convoca sentimientos solidarios, incita al esfuerzo colectivo, propone sucesivos horizontes de llegada, inspira confianza y une voluntades.
A pie de obra, los dirigentes encabezados por el compañero Raúl desempeñaron un papel decisivo en lo práctico y en lo moral. No estaban ante el ritual de tantas inspecciones formales. En el ojo de la tormenta, tocaban con las manos el acontecer.
Las decisiones no tenían que transitar por lentos y enrevesados recovecos. Se tomaron allí, al calor del fuego, con la inmediatez requerida. La respuesta eficaz y la precisión en el detalle en medio de la difícil coyuntura económica constituyen la mejor manera de contrarrestar el desaliento, la pasividad y el derrotismo.
La furia conjugada de los vientos y las aguas se ensañó en sitios entrañables de nuestra cultura y nuestra historia. Ciudad Primada, Baracoa conserva un delicadísimo trazado.
Encajonada entre elevaciones, puente hacia la vecina isla Española, destinada por Colón a constituirse en enlace entre los dos mundos, la villa cubana permaneció al margen del gran tránsito marítimo que cruzaba el Golfo de México. No alcanzó la monumentalidad de los palacios habaneros.
No dispuso tampoco del holgado espacio interior de la vivienda camagüeyana. Sus modestas proporciones ofrecen refugio apacible al viajero que encontrará allá costumbres y comidas asociadas al sabor de la tierra.
En el recorrido hacia Guantánamo, Cajobabo es caserío sometido a duro castigo. Por Playitas entró José Martí a tierra cubana. El viaje había sido accidentado.
En bote, a puro remo, en plena noche llegaron los expedicionarios a una tierra sembrada de ásperos arrecifes, playa de arena gruesa, punto de partida de una marcha sin descanso con armas, municiones, medicamentos, libros y papeles pesando sobre la espalda. Las circunstancias presagiaban lo peor.
Martí vivió la inmensa felicidad del encuentro con el paisaje, con la fraternidad ofrecida del mancomunado esfuerzo por escalar montañas. Un bosquecillo y un monumento marcan el sitio donde se estaba refundado la patria.
Dispuestos a la hazaña y al sacrificio, lo decía el Che, nos falta muchas veces la sistematicidad en el detalle, la atención a lo pequeño y la rapidez en la búsqueda de soluciones, así como la voluntad de descubrir y sacar provecho a nuestras reservas materiales y morales.
Todo es cuestión de escala, de circunstancias y de contexto. La envergadura del huracán del Caribe desencadena dramas de dimensión nacional. El modo de afrontar tragedias de esta índole debe traducirse en aprendizaje de prácticas para el vivir cotidiano.
De los horrores del Flora dimanó la concepción de una Defensa Civil apta para acudir en caso de desastre. Ante fenómenos de esta envergadura, el papel de la subjetividad es decisivo. La resignación conduce a la parálisis. La confianza en las reservas morales del ser humano anima el despertar de la voluntad e incita a la cooperación.
La emoción que hoy nos embarga tendrá que convertirse en acción paciente y sistemática, porque las heridas no sanarán en un día.
La lección de Mateo concita una reflexión de mayor alcance que compromete el análisis de nuestros modos y estilos de trabajo. Lo esencial consiste en seguir creciendo en el existir cotidiano y llevar al espacio del municipio y del consejo popular, en términos concretos, la capacidad de juntar ideas y acción.
La información precisa enseña a afrontar la verdad, prever para atacar los problemas y participar todos, dirigentes y trabajadores, en la solución. Se trata, en suma, de atender lo grande y lo pequeño, lo excepcional y lo cotidiano.
*Destacada intelectual cubana
(Tomado del periódico Juventud Rebelde)