por Deisy Francis Mexidor
La frase "Yo estudié en Cuba", puede escucharse hoy en cualquier rincón de la geografía africana cuando menos se espera y causa orgullo, sobre todo, si hay tanta distancia de por medio.
Esas cuatro palabras hacen magia. Encierran la grandeza del humano proyecto en un archipiélago anclado en el mar Caribe, por el cual muchos preguntan por estos lados y del que otros expresan añoranza.
Sucedió en Mantenga. Una villa dedicada al rescate de la cultura de Swazilandia, distante unos 25 kilómetros de Mbabane, la capital.
Un joven observaba desde su esquina a dos personas hablar en un idioma para él ya conocido. No pudo contenerse. "¿De dónde son ustedes?", preguntó. Y la respuesta "somos cubanos".
Entonces fue como el ábrete sésamo. Vinieron los abrazos y la sonrisa grande. "Sí yo soy médico gracias a Cuba", dijo emocionado Maleni Goodman, el joven que miraba en Mantenga desde una esquina.
Inevitable entrevista. Cuenta, pidió la reportera. "Soy el doctor Maleni. Trabajo en un hospital público de Nelspruit, en la provincia sudafricana de Mpumalanga".
"Estudié en Santa Clara (en la región central de la isla caribeña), me gradué en el 2005. Mi último año de la carrera lo hice en Pretoria. Comencé a ejercer en 2006".
Confiesa que su "vida cambió en Cuba". Cuánto te dejó, insiste la reportera. Maleni Goodman busca las palabras. "Cuba me dejó muchas cosas, si empiezo a explicar hablaríamos todo el día", afirmó.
Lo que sí -subrayó- "hay algo bien importante: me dio la posibilidad de ser un médico revolucionario".
Casado, con cinco niños "pero ya terminé la producción", aclara, el doctor Maleni quiere ahora "hacer la especialidad en dermatología".
Su máxima como médico: "ver a la persona en su totalidad, como ser humano. La enfermedad no es solo ausencia de salud". Eso lo incorporó en Cuba.
Como Maleni hay cientos. Miles en África. Es como una siembra que da frutos. Muchos frutos. Y es algo que, sencillamente, ninguna ley puede bloquear.
(PL)