por Pedro Martínez Pírez
En estos días en que en Cuba se recuerda el legado de Fidel Castro, los periodistas que tuvimos el privilegio de conocerlo y participar en coberturas de sus visitas al exterior, evocamos con justificado orgullo haber sido testigos de algunos momentos de la rica historia del líder de la Revolución Cubana.
Yo no olvido, por ejemplo, cuando como enviado especial de la Agencia Prensa Latina, dí cobertura a una extensa gira de Fidel que comenzó en los primeros días del mes de mayo de 1972 en Guinea y terminó dos meses y unos días después en la antigua Unión Soviética.
En Conakry recibió a Fidel el presidente Ahmed Sekou Touré, a quien muchos en Guinea llamaban “El elefante”. Y como a Fidel algunos en Cuba le decían con afecto “El caballo”, allí, en la primera visita del estadista cubano a Africa, se produjo el encuentro entre el elefante y el caballo. Fue en realidad una gira por Guinea, Sierra Leona, Argelia, Bulgaria, Rumanía, Hungría, Checoslovaquia, Alemania Democrática, Polonia y la antigua Unión Soviètica, a lo largo de la cual Fidel no se cansó de abogar por la ayuda de los países socialistas a favor de las naciones del llamado tercer mundo.
Veinte años después, el 27 de julio de 1992, como enviado de Radio Habana Cuba fui testigo en Santiago de Compostela de la entrega de un regalo muy especial a Fidel, nada menos que un hermoso caballo, obsequio de su dueño, el gallego Antonio Moya. Recuerdo que en el acto de entrega del caballo estuvo también Ángel García Seoane, alcalde de Oleiros, quien viajó desde la provincia de La Coruña para encontrarse con su amigo Fidel.
El líder cubano, quien había asistido a la Segunda Cumbre Iberoamericana en Madrid, a la inauguración de los Juegos Olímpicos en Barcelona y a la Exposición Universal en Sevila, fue invitado a Galicia por Manuel Fraga Iribarne, presidente de esa autonomia española, en un histórico viaje durante el cual Fidel conoció la choza donde había nacido su padre Ángel Castro, en el municipio de Láncara, provincia de Lugo.
A Fidel lo entrevisté para la televisión cubana la noche del 12 de octubre de 1979 en la sede de la Misión de Cuba ante la ONU, donde ese día pronunció un hermoso discurso como Presidente de Cuba y de los Países No Alineados en la Asamblea General de las Naciones Unidas. “Digamos adiós a las armas y consagrémonos al desarrollo”, fue la exhortación final del líder cubano ese día en la ONU.
Estuve también en coberturas de sus visitas a la India, Zimbabwe, Angola, Ecuador, Venezuela, Brasil, Bolivia y México, y en la televisión cubana en un programa especial al finalizar en enero de 1998 la visita a Cuba del Papa Juan Pablo Segundo.
Es enorme el legado de Fidel. Y la vigencia de sus ideas en Cuba. Y no es casual que sus cenizas se hayan depositado al lado del Mausoleo que guarda los restos de José Martí en el cementerio de Santa Ifigenia, en Santiago de Cuba. Fidel fue en Cuba el gran continuador de la obra de José Martí. Y ambos los pilares de la batalla histórica de la pequeña Cuba por preservar su independencia nacional.