por Manuel E. Yepe
Según una reciente encuesta Gallup, los estadounidenses tienen expectativas relativamente altas para la economía con el Presidente electo Donald Trump. Más del 60% cree que el régimen de Trump mejorará la economía y creará nuevos empleos.
Aún más sorprendente es que el índice de las expectativas de consumo que habitualmente calcula la Universidad de Michigan se haya situado en noviembre en un elevadísimo 93.8, señalando una notable mejoría en la actitud de los consumidores respecto a la economía en su conjunto, todo ello resultante de un marcado repunte de optimismo como corolario de los recientes comicios.
Son resultados particularmente significativos que confirman no sólo que en las elecciones de noviembre la economía encabezó la lista de temas priorizados, sino también que (como lo ratifica una encuesta llevada a cabo por Edison Research) el 60% de los votantes consideraba que el país transitaba por un camino errado y casi la misma proporción estimaba que la economía no iba bien, o andaba mal. Uno de cada tres votantes pronosticaba que, para la próxima generación, la vida empeoraría.
De hecho, los comicios fueron un referéndum sobre el manejo de la economía por el gobierno de Barack Obama y un 60 % de los encuestados consideró había sido un fracaso, algo que ahora hay que analizar a la luz de las protestas que estallaron en varias partes del país acusando a los votantes por Trump de votar por un racista.
Pero, a juicio de Mike Whitney, periodista norteamericano de origen australiano radicado en el estado de Washington y uno de los autores del libro “Desesperanza: Barack Obama y la política de la ilusión”, no es cierto que la mayoría de los votantes por Trump lo haya hecho en muestra de aprobación al movimiento nacionalista blanco sino que lo hicieron por quien pudiera cambiar políticas económicas que han sido destructivas para sus intereses.
En otras palabras, las elecciones fueron un referéndum sobre el manejo por Obama de la economía y un 60 % de los consultados consideró que fue un fracaso. Estos resultados también sugieren que de haberse pronunciado Obama debidamente respecto a temas como estancamiento de los salarios, reducción de ingresos, deuda estudiantil o inseguridad económica generalizada, Hillary Clinton probablemente sería Presidente hoy. La victoria fue para quien prometió un cambio fundamental en la conducción económica.
Según Steve Bannon, asesor y estratega jefe de la campaña de Trump, el Presidente-electo necesitará ahora de una coalición fuerte para apoyar la reactivación económica y política que impulse el crecimiento que se requiere.
Bannon sostiene que los gobiernos demócratas destruyeron la clase obrera estadounidense y crearon una clase media en Asia. La cuestión consiste en captar aquello que perdieron los demócratas: el 60% de los votos blancos y el 40 % de votos negros e hispanos.
"Estamos impulsando un plan de infraestructura de billones de dólares. Con tasas negativas de interés en todo el mundo, es la mejor oportunidad para reconstruirlo todo, incluyendo astilleros y obras de siderurgia. Va a ser algo tan emocionante como lo ocurrido en la década de 1930, más grande que la revolución de Reagan, con los conservadores unidos a los populistas formando un solo movimiento nacionalista económico. “Vamos a derrotar a la clase política corrupta y construir una coalición que gobernará durante 50 años”, proclama Bannon.
“El plan de Trump no es realmente un plan de infraestructura. Es un plan de recorte de impuestos para beneficio de la industria y del sector de la construcción, y un plan de bienestar corporativo masivo para los contratistas. En vez de financiar directamente nuevas carreteras, puentes, sistemas de agua y aeropuertos, como se planteara en la propuesta de infraestructura de Hillary Clinton en 2016, el plan del Trump proporciona exenciones de impuestos a inversores privados con proyectos de construcción rentables. Es un plan que subvenciona a los inversores, no a los proyectos”.
Oculto dentro del plan están disposiciones para debilitar la protección de los salarios vigente en los proyectos de construcción, el socavamiento de los sindicatos y, en definitiva, la erosión de las ganancias de los trabajadores. Puede darse por seguro que las normas ambientales serán vaciadas en aras de la aceleración de los proyectos.
“Estas convocatorias público-privadas no son más que trucos para que las grandes empresas chupen dinero del gobierno. No ayudan ni a la economía ni a los trabajadores”, denuncia Whitney.
El plan económico de Trump todo lo que hace es mejorar un poco el PIB mientras billones de dólares son transferidos a las cuentas bancarias de gigantescas empresas cómplices de Wall Street.
(diario POR ESTO!)