Por el doctor Juan Triana Cordoví
El tiempo es muy importante, quizás es la mas importante de todas la magnitudes. Incluso para la economía.
Los cubanos, además, hemos adoptado una manera especial de referirnos al tiempo a través de gerundios, o sea, con las terminaciones “ando” e “iendo”.
En realidad no fue en Cuba donde por primera vez oí emplear esas terminaciones con el propósito de indicar algo de duración indefinida. Fue en un país de África, donde un colega local me dijo: “Camarada Juan, aquí nosotros decimos que el trabajo no es para hacerlo, sino para ‘irlo haciendo’”.
Más de treinta años después, me sorprendí al ver cuánto ha florecido en Cuba el uso del gerundio, en especial en la economía. Expresiones como “estamos haciendo”, “se está trabajando”, “se está estudiando”, “se está proponiendo”, “estamos buscando”… pueblan informes y expresiones públicas de casi todos los orígenes. Se han convertido en una especie de moda, más bien de plaga.
Para la economía, como para la vida, el tiempo es el factor más escaso.
Es intangible, no retorna y, generalmente, no tenerlo en cuenta de manera adecuada tiene costos. El gerundio, sin embargo, nos trasmite la idea de continuidad, nos hace sentir que el tiempo no pasa, que somos de alguna manera dueños del tiempo, que podemos manejarlo a nuestro antojo, aunque el tiempo se nos vaya de las manos como la fina arena que aún tenemos en alguna de nuestras playas.
La economía y el uso del gerundio se relacionan estrechamente porque el tiempo cuesta y no solo dinero. Por eso es tan importante no solamente hacer las cosas en el tiempo adecuado, sino también, cada vez que se pueda, adelantarse al tiempo.
Les pondré un ejemplo muy evidente. Hoy cuando no solo desde la teoría económica se reconoce que el acceso al conocimiento resulta fundamental para el desarrollo, nuestro país tiene un ventaja comparativa indiscutible. Es un logro alcanzado en el tiempo que había que alcanzarlo. No es lo mismo haber resuelto el problema del analfabetismo cuando se resolvió que “estar trabajando” para solucionarlo. El gerundio como práctica, quizás nos hubiera llevado a tener todavía personas analfabetas en Cuba, como aún las hay y en abundancia en muchos países de este planeta. ¿Alguien puede calcular ese costo?
Hoy tenemos una ventaja competitiva, adquirida a partir de las políticas educacionales y sociales que implementó la Revolución Cubana desde inicio de los años 60, que nos sitúa por delante de casi todos nuestros países vecinos y hace a nuestro país “atractivo” a los ojos de quienes quieren invertir en Cuba. Pero no aprovechar en el tiempo adecuado esa ventaja, seguir “estudiando” cómo sacar provecho de una característica tan decisiva puede llevarnos a perder esa ventaja, ya sea porque otros nos igualen (quizás lo más difícil), o porque no logremos a tiempo crear las condiciones / los incentivos para conservar lo que ya tenemos. ¿Cuánto, en este caso, hemos perdido y perderemos gracias al uso extendido del gerundio?
En el ámbito del desarrollo el tiempo es una pieza clave, primero que todo porque es un proceso por lo general que se hace efectivo en el mediano o largo plazo. No se cambian las estructuras económicas de un país en un plazo corto de tiempo, esa es ya una verdad aprendida. No se crean las condiciones necesarias para saltar desde el subdesarrollo al desarrollo en unos pocos años; eso también es verdad. Sin embargo, el tiempo es un factor esencial, pues mientras en los procesos sociales la contabilidad del tiempo puede llevarse en siglos, la vida de los seres humanos se contabiliza en décadas.
Por eso es importante hacer crecer el PIB a una tasa determinada y no a otra. Si lo hacemos como hasta ahora, a menos del 3 por ciento anual, demoraremos décadas –seguro que más de cuatro– en lograr la “prosperidad” visionada. Mis estudiantes, los que se gradúen este año, verán la “prosperidad” anunciada a los 64 años de sus vidas, de esta vida que es la única que tienen. Así que mientras seguimos “discutiendo” en qué consiste la prosperidad (algo sin duda necesario también), mis estudiantes tendrán que tomar decisiones cruciales.
Nuevamente el tiempo se convierte aquí en un factor crítico y el gerundio en la peor manera de conjugarlo.
Y para desarrollarnos, lo único que no puede faltar son personas. Sin ellas, el esfuerzo del desarrollo es imposible, sin ellas ese esfuerzo no tiene sentido. Veinte años es el tiempo que demora nuestro país en “obtener” una persona de alta calificación (12 de estudios primarios y medios, cinco de estudios universitarios, y al menos tres de práctica para adquirir las habilidades requeridas).
Mientras que veinte años en la contabilidad de la historia de la Humanidad es irrelevante, en la contabilidad del tiempo de los seres humanos es al menos la cuarta parte de su “período útil”. Y a pesar de que Carlos Gardel afirmara lo contrario en aquel famoso tango, veinte años es “algo”.
Alcanzar el desarrollo lleva tiempo, no puede ser entendido como un asunto de corto plazo, pero el desarrollo no puede ser lo mismo que el “horizonte”, esto es, esa línea imaginaria que se aleja de uno en la medida que nos acercamos a ella. El desarrollo, la prosperidad, deben ser tangibles y alcanzables en un plazo razonable de tiempo, debe ser “tocable” día a día. El desarrollo debe ser una meta de largo plazo que todos los días pueda ser tocado, disfrutado, percibido; que todos los días generé esperanzas en un futuro alcanzable, sin un gerundio que prorrogue infinitamente el propósito .
Hoy que buscamos ansiosamente las fuentes de crecimiento necesarias para salir del estancamiento económico de 2016, que miramos hacia la inversión extranjera como una de las soluciones no solo de corto plazo, debemos entender que los dos principales recursos recursos para crecer, son el tiempo y la calidad de las personas que habitan nuestros país. El “sapiens cubanensis”, es una especie que debemos conservar para todos los tiempos, quizás aquí si valdría el gerundio, aunque prefería otra conjugación, por ejemplo “lo hemos conservado” o mejor aun “lo seguiremos conservando”.
Crear oportunidades para que nuestra población, toda, emplee los conocimientos y habilidades adquiridos, en cualquiera de los sectores (estatal, cooperativo, privado…) es decisivo para construir el país que queremos. Pero hay un tiempo para todo.
Sin personas no tendremos país, sin personas realizadas no tendremos un país próspero. Seguir “estudiando”, “continuar trabajando” por crear esas condiciones nos diluye el horizonte temporal, nos ubica en un tiempo infinito. Sería mejor desterrar el gerundio.