Por: Arnaldo Musa
Quienes dominan las finanzas y economía brasileñas saben que el regreso de Lula a la presidencia constituye un peligro para el plan que están desarrollando.
Todo estaba previsto: un enorme paripé en el que estarían envueltas figuras de la derecha acusadas justamente de corrupción, a fin de tender los tentáculos de la conspiración hacia figuras netamente populares, demasiado peligrosas para el establishment, y sacarlas fuera de juego.
El juez contratado, muy bien comprado, que absolvió al ilegal presidente Michel Temer de comprobados delitos de corrupción, acaba de condenar al expresidente y líder del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio «Lula» da Silva, a nueve años y seis meses de prisión, por una de las cinco causas abiertas en su contra, por tener una presunta posición pasiva ante el fraude y lavado de dinero, con apropiación de fondos para la compra de una residencia, lo cual es una continuación del acto montado por la reacción interna y externa que ya depuso ilegalmente a la presidenta Dilma Rousseff y prosigue con Lula.
Cierto que los abogados de Lula confían en echar abajo los alegatos del juez en cuestión, Sergio Moro, por considerarlos débiles y malamente fabricados, aunque esta chapucería, como se ve, es peligrosa en el sentido de tratar de restar popularidad al principal candidato presidencial para el 2018, quien ha sido dos veces mandatario y se ganó justa fama por la protección a los trabajadores y la disminución de la desigualdad y la pobreza.
Por esto no pueden dejarlo tranquilo aquellos que, con el apoyo y visto bueno de la banca norteamericana, lograron deponer fraudulentamente a Dilma, en un show montado por decenas de legisladores sospechosos de corrupción, y poner en su lugar a un vicepresidente que ha arremetido con todo contra las causas sociales y que, al igual que el Macri argentino, no se arredra ni hace caso a las protestas populares, consciente de que está siendo respaldado por fuerzas poderosas que mueven el dinero y el poder militar.
Ahora decenas de miles de personas han respondido espontáneamente a la campaña Lula es inocente, organizada por el Partido de los Trabajadores, entidad que conoce que su líder puede llevarlo nuevamente a ocupar limpiamente la presidencia del país frente a todo tipo de entuerto.
Nada fácil cuando los procesos contra los corruptos no culminan, o son amañados, o, como en el caso de Eduardo Cunha (el más visible jefe del complot contra Dilma), son llevados alegremente a una prisión tipo paraíso, mientras se conoce que recibió dinero del propio Temer para que callara lo que sabe sobre el tema.
De ahí que no se debe confiar en esa expresión de que la verdad saldrá a flote, porque realmente, hay que bajar al fondo y rescatarla, y tal es el caso de ahora con Lula.
Quienes dominan las finanzas y economía brasileñas saben que el regreso de Lula a la presidencia constituye un peligro para el plan que están desarrollando bajo el actual espurio gobierno, que hace énfasis en que los mercados son los que determinan las necesidades de la sociedad, palabra esta, mercado, que quiere decir, en lenguaje neoliberal, los propietarios y gestores del capital de las grandes empresas que dominan las distintas áreas de la actividad económica, dentro de las cuales las financieras han asumido el protagonismo.
Comúnmente se dice que lo antes expresado es representativo de la derecha conservadora y liberal, en tanto la izquierda pone más énfasis en las intervenciones públicas del Estado para la configuración de las prioridades en los espacios financieros y económicos.
Pero esta dicotomía oculta o hace ignorar hechos esenciales, como se demuestra en este Brasil de Temer, en el que cuando el Estado interviene, los propietarios y gestores del capital son los principales beneficiarios, porque no les afecta sus intereses y, como en el caso de la crisis norteamericana que originó o subrayó la mundial, que aún persiste, el poder oficial determinó que se evitara el quiebre de la banca, sostenedora del sistema.
Con la eliminación de Dilma Rousseff, se quitó un obstáculo a este engendro del capital neoliberal, que ahora trata de eliminar del juego político a Lula, hoy por hoy, su principal objetivo en Brasil.
(Tomado de Cubasi)